Ricardo Moreno*
Esa tarde todos los presentes hacían cálculos y cuentas. La composición de la nueva Legislatura determinaría, en buena medida, el rumbo del Estado de México. Atrás quedaba la soberbia y la ilusión. Los resultados colocaban a las fuerzas políticas casi en igualdad de concisiones. La polarización creada artificiosamente por la derecha y reproducida por los medios habría de colocar, como nunca, en riesgo al gobierno de la entidad. Sería el último reducto de una confrontación política que se prolongaba por más de 30 años.
En suelo mexiquense se estaba definiendo la supervivencia del PRI, quien habría de recurrir a una alianza para la sobrevivencia. Pero esa noche al recibir los resultados, a pesar de la propaganda desplegada para minimizar los daños, en el círculo político se hablaba a voz baja de la derrota anticipada por la gubernatura del estado. Había que preparar maletas y dejar las cuentas en orden.
Alfredo del Mazo, heredero de la casta política de más rancio historial en el país, sabía que debería entregar el poder a la oposición. No hay opción, la derrota de una alianza opositora predispondría el fracaso en la elección presidencial y eso, sería el caos.
La disyuntiva era a ponerse y enfrentar una derrota frontal o, por el contrario, pactar y entregar de a poco el poder aislándose y encerrándose sin decir nada ni oponer resistencia. Esa fue la opción que tomó. Actuó como como dictan los cánones. A la segura y salvando su pellejo.
Pactar con el poder que, pues a de fin de cuentas, así siempre lo han hecho.
* Ha sido diputado federal y local. Se ha desempeñado como representante de MORENA ante el instituto electoral del Estado de México. Fue secretario del Ayuntamiento de Toluca de 2019 a 2020.
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