Francisco Ledesma / Dos grandes electores
Las elecciones por la gubernatura del Estado de México están agendadas para el domingo 4 de junio de 2023, lo que supondría la contienda comicial que decidirá al sucesor del priísta Alfredo Del Mazo; sin embargo, para la clase gobernante, el proceso más preponderante coincide con la definición de los candidatos que aparecerán en la boleta, cuya decisión está reservada para las élites políticas.
En la etapa postrevolucionaria, esa que coincide con el surgimiento del régimen priísta y la construcción del sistema presidencialista, se puede identificar la determinación de facultades metaconstitucionales atribuidas al titular del Poder Ejecutivo, incluida la definición del candidato que le sucedería en el cargo.
A pesar de la evolución democrática que ha experimentado el país durante los últimos 30 años, la figura presidencial se mantiene como un factor de incidencia en la vida interna de su partido; aún más, la derrota priísta del año 2000, implicó el empoderamiento de los gobernadores en el control de sucesiones locales.
En esa lógica, hoy, los aspirantes morenistas a la gubernatura -Higinio Martínez, Delfina Gómez, Horacio Duarte y hasta Fernando Vilchis- buscan el posicionamiento no para ganar las urnas, sino para convencer al presidente López Obrador de tener las cualidades para ganar en el Estado de México.
Las famosas encuestas -método de elección del morenismo- ha resuelto posibles rupturas internas; cuya metodología ha sido puesta en duda, en tanto que su resultado más parece responder a los afectos del primer mandatario para favorecer a sus favoritos como candidatos a las gubernaturas en otros estados.
En los próximos doce meses, los morenistas empujarán con mayor fuerza sus aspiraciones personales, si se considera que, en noviembre del año entrante se definirá a quienes serán parte de las encuestas, y de ahí, ungir al abanderado.
En la contienda interna priísta, la definición es semejante. El gran elector será el gobernador en turno, Alfredo Del Mazo, para construir su candidato, quizá su delfín. En las reglas no escritas, las élites políticas advierten la necesidad de que el ungimiento del candidato sea reconocido y aprobado por los exgobernadores; sin embargo, no hay nada ni nadie que confirme esa teoría conspiracionista.
Lo cierto es que, quienes aspiren a suceder a Alfredo Del Mazo deberán tener cercanía, confianza y afecto político con el primer priísta mexiquense. El mandatario tendrá el control del proceso interno, desde la emisión de la convocatoria y la definición de alianzas. Por mucha promoción que generen, aquellos personajes que hayan tenido alguna afrenta política con el delmacismo en el pasado reciente, resulta prácticamente imposible su ambición.
El proceso interno priísta se reducirá a una candidatura de unidad, definida por el gobernador en turno, con la disciplina de los que desde hoy están desplazados.
En resumen, tanto López Obrador como Del Mazo, tendrán por delante la misión de elegir quiénes serán los candidatos de Morena y del PRI hacia el 2023, en los comicios más importantes previo a la sucesión presidencial. La figura presidencialista y sus facultades metaconstitucionales se mantienen vigentes.
La elección constitucional será hasta junio de 2023, sin embargo, la época de definiciones está determinada entre noviembre de 2022 y febrero de 2023, cuando haya candidatos oficiales de los principales partidos políticos; en una reivindicación del régimen presidencial que está más vivo que nunca.
El electorado votará entre los candidatos que hayan decidido las élites políticas.
La tenebra
Los alcaldes electos están muy emocionados en sus tomas de protesta: visten sus mejores galas, entonan sus mejores discursos y deslumbran con el mejor escenario posible. Un buen ejercicio de transparencia para las autoridades municipales es que, dieran a conocer su declaración patrimonial, fiscal y de interés; y revelar la evolución en sus tres años de gobierno.
