Francisco Ledesma / La bisagra
En apenas 55 días del nuevo gobierno federal, Alfredo Del Mazo Maza, obligado por las circunstancias políticas, económicas y sociales, ha optado por ser un mandatario aliado de Andrés Manuel López Obrador, como parte de una estrategia encaminada a alcanzar gobernabilidad en su estado.
Al mismo tiempo, Del Mazo ha asumido la ascendencia necesaria para concitar los intereses políticos que le exigirán las élites políticas de su partido, y muy en particular, el grupo de interés del expresidente, Enrique Peña Nieto, que requerirá de abrirse paso en su gabinete, para recuperar el terreno perdido.
El gobernador es una especie de bisagra o gozne, que un día convive, acuerda, concede y apoya al gobierno lopezobradorista; y a la mañana siguiente, coexiste, arropa, integra, y obedece al peñismo que se resiste a desaparecer.
En la inercia de sus acciones y estrategias, el mandatario estatal asume la trascendencia del estado más poblado del país, tanto para el grupo político en el ejercicio del poder como para la clase gobernante derrotada en julio pasado.
En ese andamiaje, Del Mazo articula lo necesario para que el priísmo adopte las reformas, los programas y los discursos de su otrora opositor. Atrás ha quedado la disrupción ideológica, en el olvido se encuentra del contraste electoral, ni rastro queda de la fobia política por la cancelación del aeropuerto en Texcoco.
Del Mazo y López Obrador hoy se presentan como aliados de un “primor” naciente, que por un lado, le otorgará a Morena los votos suficientes para ejecutar su plan de gobierno; y en reciprocidad, le dará condiciones de gobernabilidad para un mandatario azuzado por una abrumadora mayoría opositora desde la Legislatura estatal hasta el último de los ayuntamientos.
Lo que Alfredo no ignora es su lealtad política con el peñismo. Del Mazo deberá guardar la distancia de Peña por conveniencia pero no de conciencia, frente a los niveles de desaprobación del atlacomulquense. Antes, Peña defenestró a su tutor político, Arturo Montiel, mientras alcanzaba el sueño presidencial, y el exgobernador era acusado de una sospechosa riqueza patrimonial.
Aquí el karma político parece haber alcanzado a Enrique, pero su refugio no significa su retiro. La designación de Andrés Massieu Fernández como secretario de Desarrollo Urbano ha dejado sentir el interés y la injerencia del peñismo en un mandato que hasta ahora había transitado sin tantas presiones políticas.
En los hechos, el gabinete delmacista será el espacio de refugio para los priístas, aunque también es cierto que será limitado y no alcanzará para todos, pero sí servirá para dos propósitos fundamentales: amparar al círculo más cercano de Peña Nieto; y en lo posible, ajustar aquellas áreas que no han funcionado como el gobernador hubiese querido, y relanzar inclusive su proyecto de gobierno.
Las incorporaciones nuevas y futuras en el gabinete delmacista significarán no sólo una nueva configuración política entre la clase gobernante, sino que además proyectará desde ahora, los liderazgos que se pretenden instaurar en el tramo de recuperación electoral de los comicios intermedios, de un partido que se encuentra en terapia intensiva pero que en su operación no descansa.
En menos de dos meses, Del Mazo ha entendido que tener a su jefe político dentro de la presidencia, o bien, a su principal opositor como primer mandatario, tiene sus matices, ventajas y desventajas, que deberá aprender a sortear en un corto tiempo para lograr la supervivencia personal y la de su mandato.
Del Mazo no podrá gobernar aislado. Necesita del apoyo presidencial tabasqueño y del expresidente mexiquense.
Alfredo necesita de Andrés Manuel para recorrer la primera mitad de su mandato, y con operación política ejercer su poder a plenitud; en el que los frenos y contrapesos del Congreso mexiquense sean parte de la solución y no de los problemas que ya aquejan al gobernador en turno.
Del Mazo requiere de Peña para construir un liderazgo entre los priístas, que muchos todavía no le reconocen; y ser factor de la recuperación de su partido, en el intento de tener mejores condiciones electorales, y por tanto de gobernabilidad para la segunda mitad de su gobierno.
La tenebra
La evocación discursiva de Del Mazo ha mejorado en las últimas semanas, en donde ha asumido posiciones mediáticas.
Sin embargo, enfrenta dos problemas: su comunicación no puede construirse a partir de las entrevistas a modo otorgadas a televisoras comerciales, y se hace necesario que el mandatario enfrente a la prensa que le da cobertura cotidiana; en tanto que su agenda pública tampoco puede estar determinada por López Obrador, más allá de sus pactos políticos y su fraterna relación: el Estado de México tiene sus propios problemas de muchos años atrás, por encima del desabasto de la gasolina.
