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Juan Carlos Núñez Armas*

Un profesor planteó el caso de una elección de tres candidatos y les pidió a sus alumnos que mencionaran cuál candidato les parecería más factible de ser electo:

  • Candidato 1, está parcialmente paralizado por la polio, tiene hipertensión, está anémico y padece una serie de enfermedades graves, miente si conviene a sus propósitos y consulta a los astrólogos sobre su política, engaña a su esposa, fuma cigarrillo tras cigarrillo y bebe demasiados martinis.
  • Candidato 2, tiene sobrepeso y ya perdió tres elecciones, tiene depresión y dos infartos, sus compañeros dicen que es difícil trabajar con él, y fuma puros sin parar, y por las noches suele beber alcohol en diversas modalidades y toma pastillas para dormir.
  • Candidato 3, es un héroe de guerra muy condecorado y trata a las mujeres con respeto, ama a los animales, nunca fuma y toma cerveza en raras ocasiones.

Amables lectoras y lectores, plateo a ustedes la misma pregunta que el profesor a sus alumnos: ¿a qué candidato elegirían? Les cuento que la mayoría de los hipotéticos alumnos votarían por el candidato número 3, cuyas características lo hacen “políticamente correcto”.  ¿Coinciden con los alumnos? … Si su respuesta es afirmativa, les cuento que acaban de descartar a Franklin D. Roosevelt y a Winston L Churchill y “afortunadamente” eligieron a Adolf Hitler. Los candidatos, y lo que sabemos de ellos, no siempre son lo que esperábamos y, de hecho, muchas veces los electores suelen elegir no a los mejores, sino a quienes perciben más aptos para representar sus intereses.

En el proceso electoral que estamos viviendo, somos testigos de linchamientos políticos que frecuentemente se presentan en las redes sociales y en los medios tradicionales. Vean ustedes si no. Está el caso del Gobernador de Tamaulipas a quien se acusa de diversos delitos, así como el asunto del Auditor Superior de la Federación, David Colmenares Páramo, acusado de alterar los resultados de la cuenta pública 2019. En estos casos se ha dado un linchamiento mediático, al margen de los procesos legales, independientemente de que sean culpables o no, ahora me explico.

El término “linchamiento” es un anglicismo y se refiere a la ejecución, sin opción a juicio, ordenada por Charles Lynch, revolucionario estadounidense que encabezó un tribunal irregular en Virginia, para castigar a los colonos que permanecieron leales al Reino de Gran Bretaña durante la guerra de Independencia de los Estados Unidos (entre 1775 y 1783) De tal forma que “linchar” es una adaptación del apellido de Lynch, para etiquetar una práctica que ocurre en los márgenes de la ley en ausencia de los canales judiciales.

Javier Esteinou, en su artículo “El cambio político y los linchamientos electrónicos”, establece que los medios de información son herramientas básicas para construir público y actuar sobre la “cosa pública”. En tal sentido, podemos hablar de una sociedad extensa, pues existe una interacción social mayor que hace unos años, porque los grupos sociales se han ampliado, lo mismo que las instituciones y el propio Estado.

Así, cotidianamente estamos inmersos en una atmósfera virtual o “comunicosfera”, e incluso se puede hablar de un Estado Mediático, y existen acciones de dirección, actividades educativas, la gobernabilidad y los propios medios, que contribuyen a dar forma a este concepto.

Así los medios tradicionales, y mucho más las redes sociales, se constituyen en poder judicial y judicializan la política, al margen de un juicio legal. Los medios y las redes hacen un juicio paralelo, cuyo veredicto emite la opinión pública, y lo que importa entonces es el “rating” para unos y el “engagement” para otros.

El juicio abierto tiene como referencia la libertad de comunicación y, como prueba contundente, el dicho de la opinión pública, informada o no. En consecuencia, se dejan llevar no por la razón, sino más bien por la creencia. Lamentablemente, en no pocas circunstancias los ciudadanos se ven sorprendidos por los hechos públicos, magnificados por las redes y los actores políticos, dejando caer más la credibilidad, tanto en las instituciones como en las personas.

Para lograr los linchamientos lo más recurrente es filtrar documentos, cuyo contenido se amplifica deliberadamente por algún medio o actor político.  A veces buscando la conveniencia informativa, pagando a la red o al medio, para dar mayor impulso a una nota y parecer que partidos y empresas encuentran coincidencias para “golpear” a un tercero.

Estoy convencido que en nuestro país sigue haciendo falta un verdadero derecho de réplica que haga valer la libertad de expresión para exigir rendición de cuentas y transparencia a los políticos e instituciones. Que nos permita, además, dar importancia a la red y al medio, hacer conciencia con nuestro círculo de influencia y forjar ciudadanos informados, comenzando con los pequeños que empiezan su contacto con la sociedad en la que viven. Sólo nos resta mantener la calma sobre lo que vemos publicado y dar prioridad a las fuentes directas antes de contribuir a viralizar una nota que puede ser falsa y tener como objetivo un linchamiento y no la búsqueda de la verdad.

*El autor es Maestro en Administración Pública y Política Pública por ITESM. Y Máster en Comunicación y Marketing Político por la UNIR.

Twitter @juancarlosMX17

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