El ungimiento de Alfredo del Mazo Maza como precandidato único supone el fin de una era y el inicio de otra entre la élite política mexiquense. La inminente candidatura de Alfredo del Mazo a la gubernatura estatal simboliza el fin del montielato, distinguido por la permanencia del grupo político identificado con el exgobernador Arturo Montiel en los últimos 18 años; y en paralelo, la reivindicación de la dinastía Del Mazo en el ejercicio del poder público.
Tras la muerte del jerarca del Grupo Atlacomulco, Carlos Hank González, el entonces gobernador de la entidad, Arturo Montiel Rojas asumió un liderazgo que le permitió heredar el poder gubernamental en dos sexenios consecutivos, a través de Enrique Peña Nieto y Eruviel Ávila, ambos identificados con su grupo político, asumido como un mentor de varios actores políticos en el poder.
En la recta final de definiciones por la más reciente candidatura priísta a la gubernatura mexiquense, se apuntalaron dos figuras identificadas con el exgobernador Arturo Montiel: Por un lado, Ana Lilia Herrera Anzaldo, en su carácter de secretaria de educación; por otra parte, Carlos Iriarte Mercado, como dirigente estatal del PRI. Sin embargo, ambos decidieron plegarse de última hora al proyecto político del gobernador Eruviel Ávila, y desde esa circunstancia, el exmandatario Montiel retiró su apoyo e impulso a sus carreras políticas.
En paralelo, el gran elector del candidato priísta, el presidente Enrique Peña Nieto asumía tener una deuda pendiente con Alfredo del Mazo Maza, a quien hace seis años le fue arrebata la candidatura en el último cuarto de hora de definiciones que terminó por beneficiar a Eruviel Ávila; y con quien además le unen lazos consanguíneos.
Alfredo del Mazo Maza representa el ascenso al poder del grupo político de su padre, Alfredo del Mazo González. En esa circunstancia, se ubican personajes como Alfredo Baranda Sáenz, Gerardo Ruiz Dosal y David López Cárdenas, hijos de quienes acompañaron en el poder al padre del precandidato priísta.
Hace doce años, Enrique Peña asumió el poder de la gubernatura mexiquense, lo que permitió ascender en la carrera presidencial. A la distancia, el peñismo fue incapaz de forjar su propio grupo político, por lo que la decisión con la que pretende heredar el poder a Alfredo del Mazo, apunta a que se trata de un hombre de hechura propia, de quien promovió en los últimos diez años su permanente ascenso al poder. Desde el gobierno y desde el priísmo.
Aunque la victoria de Alfredo del Mazo aún está lejana, como la fecha de la jornada electoral, la reivindicación delmacista supone ahora un necesario desplazamiento de dos grupos políticos. El montielismo que gozó del poder en los últimos 18 años y que siente amenazado su coto de poder en el próximo sexenio. En esa misma condición se identifica al Grupo Ecatepec que encabeza Eruviel Ávila, y que tanto lastimó al Grupo Atlacomulco en los últimos seis años.
Un tercer damnificado es la clase libanesa, que políticamente lidera Emilio Chuayffet, pero que ha roto con el peñismo, y que con el delmacismo mantiene diferencias irreconciliables desde hace más de diez años.
El colapso que enfrenta el priísmo en su proceso interno para legitimar a Alfredo del Mazo Maza como candidato a la gubernatura mexiquense, podría convertirse en el principal riesgo de que el PRI pierda la elección de junio próximo, pero de entrada, con la designación de Del Mazo los primeros grandes derrotados son Montiel, Chuayffet y por supuesto Eruviel.
