Las mayores crisis políticas y de gobernanza que ha enfrentado Alfredo Del Mazo en casi un año de mandato, se derivan de problemas sistemáticos que sus antecesores priístas dejaron crecer por omisión, negligencia o incapacidad para responder a los desafíos de una sociedad cambiante.
Ahí está la ingobernabilidad en cárceles mexiquenses, uno de los problemas primarios que debió sortear con la reubicación de algunos internos, pero que no ha resuelto de raíz la rampante corrupción y lacerante impunidad que se vive al interior de las cárceles estatales con la complacencia de la autoridad.
También en los primeros meses de su gestión, el sistema hospitalario puso de manifiesto su colapso financiero. Cientos de clínicas de salud y hospitales sin medicamentos, y aún peor, el gobierno con una insostenible deuda con proveedores para atender la precariedad en corto plazo. El desabasto prevalece, aunque Del Mazo ha hecho esfuerzos para solventarlo.
Desde su primer mensaje como gobernador, Del Mazo asumió que su mayor compromiso sería afrontar la inaceptable inseguridad. Las cifras señalan que se ha contenido el crecimiento de la incidencia delictiva pero la percepción social lacera cualquier esfuerzo y la violencia contra las mujeres agudiza todo discurso.
En la víspera, un accidente del transporte público ocasionó la muerte de 13 personas, al parecer por la imprudencia y el exceso de velocidad de una unidad de pasajeros. La respuesta ha sido la misma de siempre: poner orden en el transporte concesionado, aunque este sector influye, actúa y decide como un poder fáctico intocable, a cambio de ser un eje clientelar en tiempos electorales.
Con una realidad que difícilmente podrá cambiar en apenas doce meses de gobierno, y frente a un desastre electoral sin precedentes para su partido, es momento de que Del Mazo tome decisiones a partir de su voluntad por mejorar o cambiar las cosas, y no a partir de cálculos políticos hoy insalvables para su causa política, social y hasta personal.
Los cambios de nombres -a las instituciones-, o de hombres y mujeres -entre funcionarios-, no alcanzan lo suficiente para demostrar su intención por mejorar lo que haga falta, tal como lo prometió en campaña. Y aquí tampoco cabe la política asistencial como herramienta de solución a lo que se ha dejado de hacer al menos en las últimas tres décadas y que se han vuelto problemas, obstáculos o necesidades insostenibles para millones de mexiquenses.
La ingobernabilidad en las cárceles, la imprudencia del transporte público, el colapso del sistema de salud y la insostenible violencia en las calles, no son un problema reciente, ni responsabilidad absoluta de Alfredo Del Mazo; sin embargo, en casi doce meses de gobierno no se han avizorado decisiones que hagan parecer que las cosas van a cambiar o mejorar por mera inercia.
Del Mazo enfrentará a partir del mes de septiembre una singularidad opositora en la Legislatura Estatal y en los ayuntamientos. Entonces deberá contemplar que la sociedad es cambiante, que su realidad política es históricamente la más desafiante, y que por lo mismo está obligado a hacer cosas distintas para que los problemas tengan atención, y no solo formen parte de su experiencia en afrontar crisis que se olvidan con el tiempo pero que no han encontrado solución.
