El Estado de México parece ser clave en el preámbulo de la elección presidencial que se disputará el año entrante, y bajo esa razón, todos los partidos políticos sin distingo, pretenden demostrar su fortaleza electoral y han apostado por sus mayores cualidades para la contienda de junio próximo pero esa misma circunstancia pone de manifiesto sus profundos defectos.
El PRI, el partido en el poder desde hace casi nueve décadas, tiene en el Estado de México su último reducto electoral. Desde el gobierno federal que encabeza el mexiquense, Enrique Peña, se edifican en su tierra natal dos proyectos de infraestructura emblema: el tren México – Toluca y el nuevo aeropuerto internacional en Texcoco, muestra inequívoca de su bastión de votantes.
A pesar de los altos índices de desaprobación a nivel nacional, Peña Nieto ungió a su primo Alfredo del Mazo Maza como candidato a la gubernatura mexiquense. En uso de sus facultades metaconstitucionales, Del Mazo se registró como precandidato único con la firme intención de consolidar la herencia de su abuelo y su padre, para convertirse en gobernador del Estado de México a partir de septiembre próximo. Alfredo lleva en campaña poco más de once años.
En tanto, Morena contenderá en su primera elección a la gubernatura mexiquense. Con el empuje de Andrés Manuel López Obrador, los morenistas han aceptado como imposición la candidatura de Delfina Gómez. Lo cierto es que la fuerza electoral se concentra en su dirigente nacional y líder moral, López Obrador, quien lleva en campaña por la presidencia del país casi 18 años.
Desde el PRD, parece inminente la candidatura a favor de Juan Zepeda, quien construyó su liderazgo estatal desde la alcaldía de Nezahualcóyotl. En el último bastión del perredismo mexiquense, se erigió en automático en coordinador del partido del sol azteca en la legislatura local. Con el arropo de la corriente Alternativa Democrática Nacional confían en incidir en una copiosa votación desde la zona oriente de la entidad, que les permita volverse competitivos en una elección que amenaza al priísmo con la posibilidad de alternancia.
En la víspera, el panismo mexiquense ha determinado la candidatura de Josefina Vázquez Mota, con un alto posicionamiento electoral como resultado de su fallida campaña presidencial en 2012. Vázquez Mota era la única opción de Acción Nacional para estar en competencia, y tras un consenso entre el panismo mexiquense, Josefina podría traer consigo el apoyo de los gobernadores de Puebla, Querétaro, Veracruz y otros para su apuesta electoral mexiquense. El año pasado, el PAN ganó siete gubernaturas y busca que el Estado de México sea la estocada contra el priísmo y sirva de catapulta en su regreso a Los Pinos.
Lo cierto es que en ninguno de los casos, el escenario resulta alentador para los electores mexiquenses. En esencia, todos los partidos políticos observan en el Estado de México un semillero de votos en la ruta hacia la elección presidencial del año entrante, y por eso han dispuesto de sus mejores cartas pero en la lucha del poder por el poder, y no en las vías de un proyecto de gobierno.
Aunque las precampañas electorales limitan la posibilidad de acertar propuestas y promesas de gobierno, se advierte un desafiante cumulo de lugares comunes, de desgastada transformación que no alcanza, cambios simplemente de color partidista y compromisos que han sido incumplidos en las últimas dos décadas.
Lo que hay en puerta, es una nueva oportunidad de estratagemas y componendas políticas y de clientelismo electoral, sin que eso signifique una oportunidad para los mexiquenses por ejercer una real democracia.