La capacidad viralizadora de las redes sociales ha generado en los últimos años una reconfiguración de las formas de comunicación política, para vincularse, dialogar y articular acciones de gobierno en nuevas plataformas digitales.
Sin duda, los gobernantes y la clase política en general, han tenido oportunidad de construir una relación innovadora con audiencias ajenas al interés del poder público, mediante la capacidad de crear mensajes, campañas y vasos comunicantes que les permiten atender nuevas clientelas políticas, a través de estrategias, programas y políticas públicas que mitiguen sus necesidades.
Las redes sociales no son fuentes de información por sí mismas, sin embargo, se han convertido en potenciales plataformas para contribuir en la construcción de la agenda setting, de cuyos temas ahí debatidos, los tradicionales medios de comunicación han retomado como parte de su interés periodístico.
Desde las redes sociales se ha incidido, por ejemplo, en la dimisión del titular de la Profeco, Humberto Benítez Treviño por el escándalo de #LadyProfeco, cuando su hija Andrea ordenó cerrar un restaurante de la colonia Roma en la ciudad de México; o la renuncia del titular de la Conagua, David Korenfeld, por usar un helicóptero oficial como taxi particular para servicios personales y familiares.
Las redes sociales tienen el gran potencial de comunicar temas de interés público con audiencias ajenas a los medios tradicionales como prensa, radio y televisión, con consumos culturales muy particulares, basados en la inmediatez, la multimedia y la memética. Sin embargo, desde la comunicación política se exige no caer en la banalidad, en la frivolidad o en la ligereza, bajo el único argumento de ganar popularidad, acumular likes o sumar seguidores.
Lo realizado la semana pasada por el gobernador Eruviel Ávila Villegas para subirse al tren viral de los XV años de Ruby, es una diminuta muestra de la trivialidad en la que un gobernante puede perder su credibilidad, confianza o capacidad de interlocución. El intento de popularizar a Eruviel y promocionar a Valle de Bravo como sitio turístico, fue una mala broma que perdió toda la seriedad que pretendió imprimirle su equipo de asesores y colaboradores.
Los recursos humanos, materiales y financieros que destina Eruviel Ávila para el manejo de sus redes sociales debieran ser mejor ocupados y encontrar mejor destino, no sólo para abonar a su aspiración legítima presidencialista, sino también para ofrecer un diálogo con las comunidades digitales, y atender desde esa plataforma los problemas y necesidades de los mexiquenses, por encima del escarnio público que ha causado la invitación de una quinceañera a su fiesta de cumpleaños que ni siquiera es del Estado de México.
El resultado ha sido negativo para Eruviel, el cual se ha manifestado en lo público y en lo privado. Desde las redes sociales se ha exigido a Eruviel se ocupe de los grandes temas que preocupan a los mexiquenses; en lo privado, gran parte de su gabinete se ha lamentado de la soberbia con la que se navega en la asesoría que recibe Eruviel para aceptar que muy frecuentemente se ha equivocado, y ha sido incapaz de recomponer sus estrategias de comunicación.
Eruviel vive y convive con un equipo de colaboradores que le aplaude, eclipsa las críticas y sostiene que todo es parte de una comunidad antisistema, cuando en ocasiones lo que ha fallado es la toma de decisiones, donde permea la autocomplacencia y la autocrítica es inexistente en agravio de Eruviel y su proyecto de gobierno; y por supuesto que también de sus gobernados.
