Los resultados de la elección del Estado de México parecen decantarse a favor del candidato priísta Alfredo del Mazo Maza, lo que ha elevado una crispación social aduciendo un “fraude electoral”, que en consecuencia ha reducido las posibilidades de alternancia política en la entidad que simbolizaba la candidatura de la morenista, Delfina Gómez Álvarez, en un padrón electoral superior a los once millones de mexiquenses.
Si bien, la democracia mexicana, incluidos los comicios mexiquenses, han transitado por una acentuada vigilancia en las urnas, con la participación de todos los partidos políticos para evitar un fraude o una manipulación de votos, lo que prevalece es una inequitativa contienda electoral, que ha favorecido la candidatura delmacista y ha derivado en el triunfo priísta en las urnas.
La calidad de la democracia mexicana padece saldos pendientes con un predominante clientelismo por parte de los partidos políticos y los candidatos para cooptar votos. Lo que permanece intacto son las componendas, las estratagemas y las canonjías como las herramientas necesarias para garantizar la afluencia electoral y consolidar el voto duro a favor de algún candidato.
Todos los partidos políticos -sin excepción- participan de la compra de votos, de las estructuras electorales piramidales para movilizar electores, de un voto duro y corporativo. Sin duda, la elección del Estado de México estuvo marcada por una contienda desigual de principio a fin, lo que permitió que Alfredo del Mazo hiciera lo necesario y lo suficiente para ganar la gubernatura mexiquense.
Lo cierto es que Alfredo del Mazo ha enfrentado un enorme desafío, ante la contienda electoral más competida en la historia democrática del Estado de México, pero de confirmarse su triunfo por estrecho margen, deberá sortear una encomienda de gobernabilidad entre un electorado de polarizadas posiciones.
Los procesos democráticos son perfectibles, y deberán consolidar la participación ciudadana, que posibilite el ejercicio del voto libre y secreto. Aun cuando los partidos políticos y sus candidatos pugnen por condiciones que les permitan condicionar los sufragios, es menester que los procesos electorales avancen hacia la libre toma de decisiones y circunstancias de equidad en la contienda.
El margen de ventaja que pueda obtener Del Mazo, implica que el priísmo podrá arañar el triunfo, derivado de su maquinaria electoral y estructura partidista; así como de una influencia inocultable desde las estructuras de gobierno -ya sea federal, estatal o municipal- que incidieron en que los votantes se inclinarán a favor del partido en el poder público.
También es insostenible que las instituciones electorales -incluido el Instituto Nacional Electoral y el Instituto Electoral del Estado de México-, fueron permisibles frente a la actuación de las autoridades gubernamentales en una elección de Estado, en donde no se puede aducir un fraude, pero sí de una contienda desigual, que puso condiciones siempre favorables a Del Mazo y su partido, ante la complicidad y omisión del árbitro de la competencia.
Más allá del resultado, queda la profunda sensación de consolidar un proceso democrático que otorgue equidad, certeza, independencia y libertad, elementos hasta hoy inalcanzables en los procesos electorales del país, y muy particularmente del Estado de México, donde la dominancia del Grupo Atlacomulco se ha impuesto para gobernar el estado los próximos seis años.