Juan Carlos Núñez Armas*
Esta semana han quedado definidas las coaliciones que contenderán por diputaciones locales y ayuntamientos en nuestra entidad. Por un lado, están Morena, PT y Nueva Alianza y, por otro lado, están PRI, PAN y PRD. En este momento no es muy claro el papel que jugará Movimiento Ciudadano en este entramado. Finalmente, el Partido Verde, Redes Sociales Progresistas, Partido Encuentro Solidario y Fuerza por México, si bien por ley deberán competir solos, son considerados aliados del presidente López Obrador. Este escenario parece ser un partido de fútbol donde la alineación son los aliados de AMLO contra los contrarios de AMLO.
En pasados días los medios dieron cuenta de la insatisfacción que causó en diversos municipios el registro de estas coaliciones, donde incluso pusieron coronas fúnebres, a manera de protesta, por la determinación que los líderes partidistas tomaron. En algunos municipios, diversos actores políticos habían trabajado para construir lo que consideraban su candidatura y esta decisión los excluye. Lo mismo pasó en diversos bandos, en ambas coaliciones y, por si fuera poco, el clima se vuelve más incierto al faltar la determinación de cuotas de género, tanto en distritos como en municipios.
Cuando un ciudadano se afilia a un partido político suele hacerlo por diversas razones. Para uno será el hecho de considerar que concuerda con la línea ideológica, o porque está de acuerdo con la línea programática de gobierno o, en algunos casos, porque el candidato de su preferencia representa algún partido y decide afiliarse, en el pasado incluso se afiliaban porque el gobierno en el cual colaboraban era emanado de alguna expresión política.
Cualquiera que hubiera sido el caso, para determinar adherirse a un partido, las decisiones de formar coaliciones han dejado insatisfechos a una gran cantidad de militantes, puesto que algunos ven traicionada la ideología que consideraban la columna central de la unidad partidaria. En el pasado, aún sin conocerse, dos militantes de un partido podrían encontrase en extremos del país y saber que tenían algo en común. Ahora esta convicción se ve rebasada al tener que caminar juntos con los que antaño eran contrarios, cometieron fraudes, eran autoritarios y ejercían un poder hegemónico que querían cambiar. Hoy se enteran que tendrán que hacer campaña dejando atrás el ideal y la causa que les dio origen.
Hace algunos años me preguntaban qué hacía un ingeniero metido en la política y mi respuesta era que en las ciencias sociales y políticas logré aprender que, uno más uno, no siempre son dos, las ciencias exactas son, en todo caso, una herramienta fundamental para intentar explicar lo que la ciencia política hace. Creo que este tipo de alianzas partidistas son eso, no con una sola idea de ganar una elección trates de sumar a los opuestos de antaño en fieles amigos, aun cuando la causa sea sólo derrotar al que hoy consideras tu enemigo. No debe ser el discurso de odio y revancha lo que destaque en las campañas, sino la propuesta programática donde un ciudadano encuentre la solución a sus problemas.
Suele decirse que la opinión pública no siempre elige a los mejores perfiles. De hecho, considero es que una de las razones por las que los dirigentes les quitan el derecho a los militantes a decidir por sí mismos. Estamos confundiendo partidos y personas, con esto se incrementará el descrédito de ambos. Ante la confusión de qué partido voto y por quién estoy votando, parece que hemos olvidado la “priistización” de las prácticas políticas y administrativas, pues organizaciones y personas prometieron un cambio y, al llegar al gobierno, actuaron igual que sus antecesores. Lo mismo sucede con los dirigentes partidistas, quienes deben ser capaces de construir una narrativa alterna de discurso de victoria que los ciudadanos hagan suya.
Hoy los dirigentes partidistas enfrentan serias crisis de legitimidad, de momento sin contenidos de propuesta alterna. ¿Cuál es el proyecto de partido de cada uno de los coaligados?, ¿sólo derrotar, al contrario, con discurso de odio y confrontación? Si un ciudadano tiene la posibilidad en las elecciones de elegir a un gobernante para satisfacer sus necesidades y busca en la plataforma política de cada partido, seguramente, en este momento, no encontrará respuesta. Cierto que en las democracias se suelen encontrar las confrontaciones, pero cómo explicarle a un militante o a un ciudadano que en la boleta encontrará opciones de personas que antes eran contrarios y ahora son propuestas de su partido.
La cultura de la polarización no debe eliminar el derecho de los militantes partidistas de formar parte de las decisiones, de buscar ser dirigente de su institución o determinar quién quiere que sea su candidata o candidato. Hoy, con estas coaliciones los dirigentes partidistas eliminaron ese mínimo derecho a sus propios militantes.
Finalmente, quiero dejar en la mesa la reflexión de José María Marvall, autor de La confrontación política, sobre su modelo de distancia menor, que pretende explicar el comportamiento de los votantes para respaldar a un partido u otro, a partir de sus estrategias o las determinaciones recientemente tomadas. Los partidos políticos no podrán explicar al votante mediano cuál es la opción más próxima a su sentir, porque no está orientada por principios, no está orientada a sus programas y menos aún soportada por el consenso de los militantes partidistas. El efecto por venir será centrífugo de los votantes tradicionales o voto duro. Los militantes solían ser el efecto centrípeto hacia una candidata o candidato que hoy, simplemente, no puede estar en la boleta.
*El autor es Maestro en Administración Pública y Política Pública por ITESM. Y Máster en Comunicación y Marketing Político por la UNIR.
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