Toluca, Edomex. 20 de julio de 2016.- Este miércoles, Enrique Peña Nieto cumple 50 años de edad, mientras enfrenta el mayor desgaste de su gobierno y la más profunda crisis de confianza y credibilidad. Los pronósticos desalentadores se han cumplido. En lo institucional transita por un estado de crisis que atraviesa lo económico, lo político y lo electoral. El peñismo parece destinado a entregar el poder presidencial en 2018. Todo apunta a que el sueño del Grupo Atlacomulco por hacerse del máximo poder político está por fenecer.
Las reformas estructurales no se han consolidado. Por el contrario, han lastimado la economía de los mexicanos con la irrefrenable caída del peso frente al dólar, el incremento en el precio de la gasolina y la electricidad. La oposición a las reformas ha ido creciendo entre sectores sociales. La radicalización de la protesta también refleja una gobernabilidad sostenida con alfileres. El capital político con que arrancó su gobierno, se han reducido al mínimo en el balance personal de Peña Nieto.
Los mayores bonos del peñismo se han reducido al Estado de México. La clase gobernante mexiquense reconoce en el presidente su máximo líder político y moral. Han sido muchos, quizá cientos de políticos que han resultado beneficiados en el reparto del poder de los últimos cuatro años, derivado del ascenso a Los Pinos de Peña Nieto. En política, las amistades se reconocen en la nómina, y Enrique ha sido benevolente con la diminuta y hoy influyente élite política del Estado de México.
Lo cierto es que, en gran parte del país el priísmo ha padecido el denominado defecto Peña, una ecuación inversa respecto de lo que representó el peñismo en sus años de abundante popularidad. Hoy el hartazgo social frente a la clase política en general, se ha multiplicado y profundizado en contra de la figura presidencial. Los errores personales y las fallas institucionales han conducido a Peña a obtener las peores calificaciones de un presidente desde que existen mediciones sobre la percepción social.
El cincuentenario de Enrique atraviesa su peor momento político. La reivindicación de presidencialismo diseñada en lo mediático, en lo político y en lo institucional, reflejan además un Ejecutivo en solitario. El gabinete tiene reducidos sus márgenes de maniobra para defender a Peña de la debacle. Los momentos de crisis, desde Ayotzinapa hasta la Casa Blanca, pasando por Nochixtlán y Tlatlaya, no han sido contenido y han acumulado una gran indignación y un profundo descontento social.
Otros grupos de poder, al interior del priísmo pero ajenos a la élite política mexiquense, se sienten agraviados por el desplazamiento del poder, y han comenzado a cobrar facturas. Han optado por abandonar a una clase gobernante que concentró el poder en un puñado, para marginar a otros sectores de influencia dentro del partido y del gobierno. Peña Nieto y los mexiquenses se han comenzado a quedar solos.
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