Toluca, Edomex. 12 de enero de 2017.- Mucho se especula en las últimas semanas sobre quiénes son los aspirantes a la candidatura priísta a la gubernatura mexiquense. La única certeza apunta a que la decisión sobre el abanderado del PRI la tomará el inquilino de Los Pinos. Sin embargo, dentro de las consideraciones en la recta final, es necesario entender que Peña Nieto no tomará una decisión azarosa ni en solitario. Ahí influye su círculo más íntimo.
En un solo bloque, hay tres personajes de gran influencia en las definiciones del Estado de México. Como líder de ese grupo aparece Luis Videgaray, acompañado de sus delfines, el secretario de Educación, Aurelio Nuño; y el dirigente nacional del PRI, Enrique Ochoa. Es el grupo de la tecnocracia, sin tanto arraigo en el Estado de México, pero con preferencia hacia Eruviel Ávila y los suyos.
En otro círculo, el más cercano al peñismo, está a la cabeza Francisco Guzmán, jefe de oficina presidencial; quien trabaja de la mano de Jorge Corona y Roberto Padilla. Son los colaboradores de mayor confianza y antigüedad en el equipo del atlacomulquense. Ha llegado el momento de regresar a casa, y para ello se pronuncian a favor de uno de los suyos, del gabinete federal.
Nadie pierda de vista a Luis Miranda. El primer compadre del país. Su injerencia en las decisiones del Estado de México siempre ha generado un equilibrio. Luis entiende que su futuro es acompañar a Peña hasta el final del sexenio. Es un contrapeso al equipo de Videgaray, y con animadversión a Eruviel y los suyos. Miranda opera en solitario. Un aliado desde el gabinete montielista. Ambos formaron parte de los Golden boys, que hoy tienen poco de chavos y donde escasea la brillantez.
Un último factor pero no menos importante son los exgobernadores. El más influyente de los exmandatarios con Peña Nieto es Alfredo del Mazo González; detrás aparece César Camacho, exdirigente nacional del PRI y actual coordinador de la bancada priísta en San Lázaro. Aunque con menos fuerza, pero con influencia moral aparece Arturo Montiel, simplemente su tutor político. El resto, incluido Emilio Chuayffet -hoy defenestrado de su grupo cercano-, y donde se enumeran a Alfredo Baranda y Nacho Pichardo, no tienen incidencia en las definiciones políticas próximas.
El aspirante que logre concitar los mayores afectos y consensos de las personas que estarán próximas a hablarle al oído a Peña Nieto logrará la anhelada candidatura priísta. Lo demás, son meras especulaciones, filtraciones, rumores, golpeteos y fuego amigo, propicio de un priísmo que se abstendrá de un proceso interno que lo lleve al desgaste. En el PRI prefieren ventilar sus diferencias desde lo mediático, y lograr la unidad a través del ungimiento presidencial, en uso de sus facultades metaconstitucionales. La definición está muy cerca.
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