Toluca, Edomex. 28 de noviembre de 2014.- El regreso del PRI a Los Pinos, suponía de facto, una reinstauración del régimen presidencial y la concentración del poder político unipersonal, dotado de facultades constitucionales y metalegales. Ayer, frente a la crisis que azota al gobierno peñista, a casi dos años del retorno priísta, el exgobernador mexiquense dio muestras de que su apuesta es robustecer la figura presidencial como única medida para tratar de remediar la condición lacerante en que se encuentra el Estado mexicano. Los estados y los municipios rendidos a la toma de decisiones de un centralismo histórico.
El crimen organizado ha rebasado a las estructuras de gobierno, sin distinción de niveles, y convertido en un poder fáctico ha vulnerado profundamente el marco institucional del país. Por tanto, resulta insuficiente pensar que eliminar las policías municipales y amedrentar con la disolución de cabildos, será la panacea contra la delincuencia. Entonces, los ayuntamientos reducen sus facultades y atribuciones, en un Artículo 115 que puede desaparecer sin menoscabo del municipio y su autonomía. Las decisiones anunciadas ayer, son reactivas y responden a problemas inmediatos, pero no ofrecen repuestas de largo alcance, ni en el tiempo ni en el espacio.
Si los problemas tienen su raíz en los municipios corruptos e infiltrados, omisos o negligentes, poca razón habría para que en los últimos 24 meses, el presidente Enrique Peña haya defenestrado a dos gobernadores: Fausto Vallejo en Michoacán y Ángel Aguirre en Guerrero. Las concertacesiones acuñadas durante el salinismo están de vuelta en el país, y como muestra está el clivaje al que debió sujetarse el mexiquense Eruviel Ávila, para modificar a su gabinete de seguridad y remover a Efrén Rojas, Miguel Ángel Contreras y Rocío Alonso en los últimos meses.
La legitimidad del peñismo en su toma de decisiones no puede ceñirse a un acto de fe. El mensaje instalado sobre la base del #CreoentiPeñaNieto, hecho circular en redes sociales, parece más una plegaria religiosa o un poema patriótico, que una arenga de argumentos políticos. El círculo cercano al originario de Atlacomulco, como nunca antes, parece enfrentarse a un escenario de crisis sin parangón, pero también sin salida. Desde la desaparición forzada de los jóvenes de Ayotzinapa ninguna de sus decisiones ha tenido eficacia, y el anuncio de ayer no fue la excepción.
Tanto criticaron los priístas la fallida estrategia del calderonismo, que se vuelve una ironía retomar estrategias inacabadas. Las policías estatales fueron una propuesta del panista que hoy se pretende instalar como propia. Ahí está retomar la cédula de identidad que sólo dilapidó recursos financieros sin resultados tangibles. Un número telefónico de emergencias, como si eso resolviera la impunidad rampante del sistema de procuración y administración de justicia. Sobraron los paliativos cuando la enfermedad diagnosticada al país se observa mortal. Sólo queda un beneficio de duda.
Finalmente, no se entiende qué necesidad había de instalar en el anuncio del peñismo medidas económicas. El asunto de ingobernabilidad que tanto cuestiona la permanencia de Miguel Ángel Osorio pareció poca cosa para el ego del secretario de Hacienda. Así, Peña Nieto insertó forzadamente en sus acciones por la seguridad, una serie de medidas financieras, fiscales particularmente, para voltear los reflectores al anticipado precandidato presidencial, Luis Videgaray, convertido en su alter ego.
