Vienen tres semanas por demás críticas para el Estado de México. En un plazo de 19 días, Enrique Peña asumirá el poder presidencial. Se concretará en un plumazo el regreso del PRI a Los Pinos y la asunción del Grupo Atlacomulco a la primera magistratura del país. No hay grandes señales sobre la conformación del gabinete. Lo que es evidente es que Felipe Calderón está contribuyendo en gran medida a que desde ahora Peña Nieto asuma el poder de facto de la Presidencia de México. La trasferencia de poderes está en curso y sin remedio.
En esos 19 días, a Peña Nieto le debe dar tiempo suficiente para que el Senado apruebe la reforma laboral y ésta sea promulgada por Felipe Calderón. Adicionalmente, se necesita el aval de la Cámara Alta para designar –uno y uno- los dos magistrados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Lo que a Beltrones le sobra en cuanto a oficio político, a Emilio Gamboa le ha hecho falta destreza para alcanzar acuerdos en la sede senatorial. A Peña se le suma, el armado de la agenda bilateral que tratará en su gira por Estados Unidos y Canadá.
Las definiciones más complejas para el gabinete de Peña están vinculadas con áreas de alta especialización, y donde los sectores duros han sido críticos con el Presidente electo. Por tanto, el análisis más profundo del mexiquense será la designación de los secretarios de Educación y Salud. Queda claro que ni Aurelio Nuño, ni Rodrigo Reina les llenan las expectativos a los sectores intelectuales y médicos del país. Ellos sólo cumplirán un espacio de transición, pero tendrán un lugar de alta relevancia en el próximo gabinete presidencial.
Hay quien sugiere, que Enrique Peña conformará un gabinete plural. Muy cercano al gabinete de Ernesto Zedillo cuando nombró al panista Antonio Lozano al frente de la Procuraduría General de la República. Todo apunta a que el primer presidente priísta del siglo XXI le apostará a la integración de panistas, perredistas y miembros de la sociedad civil en su equipo de colaboradores. Con ello, dará muestras de un gobierno de coalición para apostar a las reformas que podrían marcar su gobierno: la energética, la fiscal, la política y la lista sigue.
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Huixquilucan ha encendido “focos amarillos” rumbo a la transición del ayuntamiento. El asunto rebasa endeudamientos. Se trata en esencia de inconformidades por la conducción de su gobierno y la falta de atención ciudadana. En Huixquilucan, ha explotado una bomba por la construcción del Viaducto Interlomas que conectaría con la carretera Toluca – Naucalpan y la autopista Chamapa – La Venta. Los sectores vecinales de la zona residencial están muy molestos porque el trienio que concluye ha transcurrido en obras interminables que simplemente no han resuelto sus problemas de vialidad.
La herencia que asumirá Carlos Iriarte a partir de enero próximo no será sencilla. Hay intereses empresariales detrás del desarrollo vial de Interlomas, pero también es cierto que la influencia de los grupos vecinales en una de las zonas más exclusivas del país lo llevarán a un colapso sin salida. La enorme disyuntiva es concretar el plan de vialidades o ceder a las presiones sociales que enfrentará tan pronto tome protesta como próximo presidente municipal de Huixquilucan. La cosa no es sencilla para el cambio de poderes en la zona.