Francisco Ledesma / Atlacomulco, cierra filas
El Grupo Atlacomulco, es una definición simbólica construida desde la década de los setenta, bajo el liderazgo del exgobernador Carlos Hank González, que otorgaba una ascendencia política a las élites gobernantes oriundas del municipio localizado en el norte del estado, cuya esencia se mantiene vigente hoy con una premisa fundamental: la prevalencia del poder público para sus intereses en la muy adelantada carrera sucesoria por la gubernatura en 2023.
Como parte de su articulación social, el priísmo mexiquense -el canal institucional y partidista del Grupo Atlacomulco- se puede distinguir una diversidad de personajes impulsados por sus vínculos políticos -los padrinazgos-, identificados principalmente con exgobernadores del estado.
En esa coyuntura, de Atlacomulco surgieron Isidro Fabela, Alfredo Del Mazo Vélez, Salvador Sánchez Colín, Arturo Montiel Rojas y Enrique Peña Nieto. Con vínculos familiares Alfredo Del Mazo González y Alfredo Del Mazo Maza; además del hijo adoptivo por sus orígenes políticos: Carlos Hank González.
Desde esa configuración, el priísmo siempre ha garantizado la inclusión política de sus élites, y la renovación generacional de la clase gobernante, sin desproteger a los grupos relacionados con los exmandatarios, inclusive cuando estos sean parte de una defenestración por su conducta pública.
Esta semana, los exgobernadores con mayor influencia en la vida política del Estado de México, realizaron un cierre de filas con el mandatario en turno, en una foto emblemática que puso de manifiesto la unidad de sus grupos políticos con un objetivo superior: conservar el poder público frente al avance electoral de Morena, que acumula tres comicios consecutivos como primera fuerza electoral.
Con cuatro estados en la trinchera priísta por defender en los próximos años, el Estado de México representa la antesala presidencial, como el principal semillero de votos del país, por lo que, reivindicar este bastión, será una batalla histórica ante la amenazante desaparición de gobernadores tricolores del mapa nacional.
De los cuatro estados en poder del PRI, el año siguiente se disputará Oaxaca e Hidalgo; y en 2023, los restantes: el Estado de México y Coahuila.
Del cónclave mexiquense, se advierte que se han superado las rupturas históricas.
Arturo Montiel, pese a tener diferencias históricas con el delmacismo de los ochentas, mantiene una presencia constante en las sesiones del priísmo local. Sus pinceladas se distinguen aún, ya sea en la postulación de candidatos, así como en las posiciones que ocupan sus cercanos a nivel legislativo y municipal.
César Camacho, uno de los más influyentes durante el peñismo mexiquense y presidencial, acumula una incidencia con el gobernador actual. Su grupo es reducido, pero empoderado en el gabinete de los últimos cuatro sexenios.
Eruviel Ávila, el más reciente, marginado por un encono anecdótico en la definición del candidato a gobernador de 2011. Pese a ello, el delmacismo ha superado las discordias, y le ha concesionado poder a personajes de sus afectos, incluidos aquellos que buscaron atravesarse al proyecto del actual gobernador.
Ausente de toda presencia pública, Enrique Peña Nieto está alejado y sin interés en la toma de decisiones mexiquenses, pero su grupo se distingue entre un puñado de alcaldes, diputados locales y federales electos.
El Grupo Atlacomulco se resiste al desdibujamiento que ha padecido el PRI en el resto de los estados. Lo cierto es que, en el manual de sobrevivencia ha cumplido con el primer ingrediente: sin 2021 no habría 2023. Y tras el 6 de junio, el priísmo ha recuperado el aliento necesario para mantenerse vigente.
La tenebra
Del Mazo y los exgobernadores lo tienen muy claro, necesitan un sucesor priísta por orgullo político del grupo que fundó Isidro Fabela, sin importar su lugar de origen. No requieren alguien del PAN, ni alguien del PRI que se vista de panista.
