Francisco Ledesma / Los demonios andan sueltos
El proceso sucesorio por la gubernatura del Estado de México inunda ríos de tinta en los medios impresos y digitales cuando faltan diez meses para la elección; y los principales aspirantes a la gubernatura -que ya se reducen a menos de cinco competidores-, buscan posicionar su imagen y sus vínculos políticos para incidir en la decisión más importante: obtener la candidatura.
Lo que prevalecerá de aquí hasta el 4 de junio de 2023, fecha de la elección, será una “guerra sucia” entre quienes se creen merecedores de ocupar el despacho de Alfredo Del Mazo, y en el cual antes descansaron las ambiciones de personajes como Fabela, Hank, Chuayffet, Montiel y Peña.
Las voces del priísmo buscan descalificar una contendiente por una derrota electoral cuando tenía 23 años; y otro fracaso en las urnas en la catastrófica elección de 2018, en un escenario en que el priísmo apenas sumó doce millones de votantes en el país. Guardan mayores armas para la etapa final.
Otro sector fustiga a quien firmó como licenciada sin haberse titulado, además de estigmatizar sus vínculos políticos con dos exgobernadores que mantienen una fractura con el delmacismo desde hace quince años. Ganar elecciones no lo es todo, cuando se trata de conquistar espacios de poder público.
El panismo no está exento de la defenestración pública. Antes de ser un político de altos vuelos, lo persiguieron los escándalos personales, que ya han sido exhibidos para descalificarlo de sus aspiraciones. La crítica aguda hacia el gobierno morenista denota matices de ese clasismo oculto. En fechas recientes, desde el fuego amigo, se ha exhibido su evolución patrimonial.
Si alguien más asoma la cabeza, hay expedientes resguardados sobre la Estafa Maestra; las riquezas patrimoniales; cuentas bancarias en el extranjero; los paraísos fiscales; y demás abusos y excesos que hoy tienen a la clase gobernante en una profunda defenestración entre los electores mexiquenses.
Frente a las acusaciones mutuas, los daños colaterales que se le pretenden achacar a Delfina Gómez -la candidata morenista de facto- parecen las travesuras de un bebé de pecho, de lo cual pudiera sacudirse mucho antes de que inicie la campaña. Mientras sus competidores, apenas comienzan a mancharse.
No es necesario que entre los aspirantes se ataquen, para entender que, desde ahora, usan a sus personeros de la comentocracia para descalificar al adversario, y sostenerse como los únicos merecedores de la candidatura.
Por ahora, los aspirantes son cuidadosos de evitar propuestas de gobierno y promesas electorales, bajo el pretexto de que pueden ser acusados por actos anticipados de campaña; sin embargo, se puede anticipar que prevalecerán las bondadosamente llamadas “campañas de contraste” para sortear la posibilidad de votar por el menos malo, el menos corrupto, el menos impresentable.
Desde esa circunstancia, sabedores de que nadie parece impoluto, los partidos políticos evitan los procesos abiertos en la selección de sus candidatos, y conllevan a la resolución de candidaturas únicas y la dedocracia como fórmula de resolver sus conflictos internos. Y ahí, sobrarán los inconformes.
La clase política está inmersa en un proceso de descomposición irrefrenable, y no basta con que los aspirantes a la gubernatura tengan aplaudidores entre la militancia y la opinión pública, porque nadie parece estar exento de la denostación derivado de su ejercicio en el poder público.
El peor posicionamiento para los aspirantes a la gubernatura vendrá acompañado de la exhibición de sus malos actos en lo privado y en lo público. Los demonios andan sueltos.
La tenebra
Quien se ve en desventaja, pide piso parejo. Cuando las elecciones en las que resultaron favorecidos con la candidatura, todo se resolvió con la voluntad política del gran elector: el gobernador en turno. Tienen una corta memoria.
