Francisco Ledesma / Las autoridades… auxiliares ¿de quién?
En los últimos quince días, los alcaldes en funciones han emitido la convocatoria respectiva para elegir a las autoridades auxiliares de los 125 municipios, las que en teoría deberían ser un enlace entre el gobierno local y el resto de los habitantes, pero que se han convertido en una extensión del régimen de los partidos políticos que todo lo contaminan para sus intereses de grupo.
Cada tres años, luego de asumir el poder público, los presidentes municipales convocan a la renovación de las autoridades auxiliares, con cuya representación buscan coordinar acciones a lo largo de su trienio. Ahí, el gobierno en turno impulsa a sus propios candidatos, para tener procesos de legitimación en la toma de decisiones que conlleva el ejercicio del poder y el gasto público; la oposición, también busca incidir, para erigirse en grupos de presión social.
En cualquiera de los casos, las autoridades auxiliares -reconocidos como consejos de participación ciudadana o delegados- terminan por responder a intereses partidistas. En peores escenarios, los copacis o delgados son omisos a sus funciones, bajo pretexto de que no reciben remuneración por sus gestiones.
En la elección de cada trienio, los alcaldes se convierten en juez y parte, como en el viejo aparato priísta: son ellos quienes organizan el proceso de designación; pero también son ellos, los más interesados por empujar a sus cercanos como representantes de esa colonia o delegación.
La función de las autoridades auxiliares no tiene efectos vinculatorios. Es decir, sólo están sujetos a una tarea de gestión sobre la mejora de servicios públicos o el desarrollo de infraestructura, pero es ahí, donde la voluntad política de los gobernantes termina por favorecer a las autoridades cercanas a su partido.
En el mejor de los escenarios, se convierten en gestores de programas clientelares como entrega de despensas, tinacos, materiales de construcción, útiles escolares y demás incentivos para personas en alta marginación.
Sin embargo, el poder que casi todo lo envilece, conlleva al abuso y los excesos. En distintas comunidades de los municipios mexiquenses, los delegados terminan por cobrar los espacios del tianguis o de la feria patronal, con un ejercicio discrecional de los recursos que se recaudan. Es decir, la elección de autoridades auxiliares también conlleva intereses económicos, políticos, sociales y definitivamente, electorales.
Sobra decir que, en gran medida, las autoridades auxiliares son parte de las estructuras de los partidos políticos. Los dirigentes de comités seccionales terminan como delegados o miembros de los copacis para movilizar a sus propias estructuras vecinales; y en algunos casos, su eventual ascendencia social, les puede redituar para convertirse en candidatos a regidores al término de los tres años de su oficio político.
La figura de las autoridades auxiliares se encuentra rebasada. Sus tareas únicamente legitiman a quien ejerce el poder, o bien, se convierten en un bloque de rechazo, a veces más reacio que los regidores de oposición dentro de un cabildo, pero se olvidan de la representación auxiliar para la que fueron electos.
En las próximas semanas, pese a toda veda electoral, veremos desfilar planillas de color rojo, guinda, azul, amarillo y verde, para que no haya duda de que las autoridades auxiliares responderán a intereses partidistas; y que se encuentran arropadas por el alcalde en turno o el partido político derrotado.
Porque la política todo lo contamina, hasta los espacios reservados para los ciudadanos.
La tenebra
Ya tenemos fiscal, ahora ya sólo nos falta tener justicia.
