Juan Carlos Núñez Armas*
Esta semana, ante el repunte de los contagios por COVID, las autoridades reconocieron la necesidad de regresar al semáforo rojo y con ello se toman diversas medidas, esperando contribuyan a mitigar la pandemia. Bien vale el momento, para reconocer a quienes han liderado en el mundo la mejor contención de este mal. Destacan en su propósito mujeres que encabezan gobiernos como Angela Merkel de Alemania, Mette Frederiksen de Dinamarca, Sanna Marin de Finlandia, Katrin Jakobsdóttir de Islandia, Erna Solberg de Noruega, Jacinda Ardern de Nueva Zelanda, Tsai Ing-wen de Taiwán, todas ellas, mujeres de Estado, que han tenido éxito porque están atendiendo mejor la pandemia que sus pares masculinos.
Sólo el 5 por ciento de 193 líderes mundiales son mujeres y la pregunta es: ¿existe alguna condición particular para que las mujeres sean más exitosas? Destacan características diversas como el hecho de que no negaron la ciencia para atacar el mal y consultaron a los científicos para que fueran estos quienes guiaran sus decisiones; las jefas de Estado decidieron hacer muchas más pruebas desde el inicio de la pandemia, llevaron a cabo un rastreo mucho más agresivo de los casos positivos y los contactos que tuvieron, impulsaron desde luego un aislamiento selectivo.
Pero, la pregunta específica es ¿tuvieron éxito por el hecho de ser mujeres o les ayudaron sus contextos? Me refiero a las características de su sistema de salud, una estructura social mucho más sensible y responsable, los ciudadanos que ya confiaban en sus gobernantes o que tienen un mejor nivel educativo. Lo cierto es que estas mujeres mostraron un liderazgo femenino que sobresale, según lo dicho por Flavia Freidenberg (politóloga e investigadora del Instituto de Ciencias Jurídicas de la UNAM), además del éxito hasta el momento alcanzado, porque han demostrado capacidad de empatía con sus ciudadanos, han podido anticiparse y han comunicado adecuadamente las medidas tomadas, han sido creativas en la toma de decisiones y han mostrado nuevas opciones para atender el problema, han mantenido una mayor transparencia y acceso a la información de buenos datos para tomar decisiones.
Su liderazgo destaca no sólo por el hecho de ser muy pocas las mujeres que encabezan gobiernos y por el atinado manejo de las decisiones, también destacan porque sus países tienen un mejor Estado de bienestar, con más recursos (que han sabido aprovechar) y ciudadanos responsables (de quienes han logrado el respaldo). Lo cierto es que, ser mujeres, algo tiene que ver para que resuene su trabajo, son características propias del liderazgo femenino. De por sí, se les atribuye en la sociedad la aptitud de saber cuidar, educar, proteger, administrar recursos e inculcar disciplina, además han demostrado una excelente habilidad de comunicación política. A las mujeres no hay que reducirlas al estereotipo de “cuidadoras”. Por sus capacidades han demostrado que pueden hacer cualquier tipo de actividades igual que sus pares hombres, y en muchos casos, mejor.
Este liderazgo racional, como lo dice Alba Hahn consultora en comunicación política, se caracteriza también por el control de situaciones de crisis, es decir, mostrar claridad en la hoja de ruta para sortear los problemas, por su empatía con las circunstancias que enfrentan los ciudadanos, destacando el hecho de pedir alinearse a las soluciones planteadas, fomentar la ayuda comunitaria y el apoyo de unos a otros de manera solidaria. Finalmente, pero no por eso menos importante, la coherencia mostrada, que hacen que el gobierno y la comunidad científica hablen con el mismo lenguaje, que les hace ser dignas de la confianza ciudadana.
Nuestra sociedad necesita feminizar la política. Mientras que se abren más espacios a la mujer que estoy seguro se está acelerando el paso, hay que adoptar el liderazgo mostrado por la mujer, sin temor a mostrar los sentimientos que hoy gran parte de los familiares de enfermos (y muertos por) de COVID siente. Tenemos que aprender a valorar a las personas que muestran sus sentimientos. Aprovechemos el contexto global del liderazgo femenino para aprender de ellas. Saber expresar nuestras emociones sin temor, rectificar las decisiones sin empacho, tener una actitud más colaborativa. Entender que el reto de vivir en sociedad es una responsabilidad que nos rebasa a todas y a todos y que nos reclama trabajar juntos, como equipo, para bienestar de todas y todos.
*El autor es Maestro en Administración Pública y Política Pública por ITESM. Y Máster en Comunicación y Marketing Político por la UNIR.
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