Francisco Ledesma / El pinche ejercicio del poder
El poder público asume relevancia cuando se ejerce a plenitud. El poder político tiene un encanto singular: la hegemonía en su toma de decisiones; y frente a la disidencia y la oposición siempre pretende vencer y convencer, imponerse.
El régimen político mexicano, en el contexto posrevolucionario, tuvo una fórmula de prevalencia, que se traducía en la concentración del poder en una sola persona; surgió entonces el presidencialismo frente a un Poder Legislativo, concebido en un sistema bicameral, que posibilitó siempre las condiciones para instalar su voluntad como una decisión de gobierno en contextos adversos.
El PRI cimentó un régimen político que no admitía resistencias, rechazos o negativas en sus decisiones. Las otras fuerzas políticas, aunque más democráticas, siempre han replicado las formas más autoritarias por dispersar, fragmentar o debilitar cualquier oposición política, económica y social.
Sin tener evidencias tangibles, la escisión registrada en los últimos días en grupos parlamentarios de la Legislatura del Estado de México tiene matices, síntomas y condiciones que hacen suponer que la maquinaria priísta ha logrado su cometido: fracturar la aplastante mayoría morenista surgida en las urnas; para ser suplantada por la operación política del Poder Ejecutivo.
El ejercicio del poder consiste en hacer uso de todas las herramientas a su alcance, legales y metalegales, para conseguir objetivos políticos y sociales. El aparato burocrático y el abultado presupuesto del Poder Ejecutivo, tienen los elementos políticos, financieros y sociales para vencer ideologías, y alcanzar la pulverización de una mayoría legislativa que facilite la gobernabilidad del mandatario en turno, urgido de una hegemonía en su toma de decisiones.
Ya en 2001, con una oposición de mayoría panista en la Legislatura local; el montielato generó condiciones de discordancia interna, que terminaron por construir una bancada independiente de trece legisladores, que fueron comparsa del gobernador en turno; y a la vuelta de los años, se convirtieron en candidatos priístas o burócratas municipales y legislativos como un pago de favores.
Diecisiete años después, la salida de una diputada de Morena al PRD; provocó sin explicación alguna la suplantación del coordinador legislativo del PES; y en consecuencia, cuatro diputados de Encuentro Social se declararon independientes, y aunque de momento, se inclinan por las decisiones del morenaje, se ha abierto el resquicio idóneo para que el PRI acapare esas inconformidades y las convierta en voluntades legislativas delmacistas.
La ambición política individualizada es la condición predilecta para que los diputados de Morena, PT o PES puedan decidirse entre quedarse en sus posiciones de privilegio, o bien, alcanzar un mayor protagonismo en un partido que les otorgue un amplio margen de maniobra. Y ahí, la plenitud del poder político que otorga el Poder Ejecutivo puede garantizar la prevalencia de la vida pública de un puñado de diputados para los próximos tres o seis años.
Del Mazo actúa de forma sigilosa, y aun cuando mantiene una posición de respeto frente a Morena, y de absoluta cordialidad hacia López Obrador; lo que está en juego es la posibilidad de que las iniciativas, las cuentas públicas y las decisiones que deban transitar por el Poder Legislativo tengan su aprobación.
En apenas seis meses, la oposición legislativa se ha colapsado frente al ejercicio del poder. En la acera de enfrente, el priísmo ha demostrado una vez más, que por muy grande que sea la derrota, lo que se impone es la unidad entre su militancia para imponer la hegemonía política en su toma de decisiones.
La operación política aún inacabada depende de dos factores sustanciales: por un lado, la experiencia de quienes detentan el poder político desde hace ochenta años, y conocen cómo someter a sus adversarios; y por otra parte, la novatez de quienes se encontraron con una victoria inesperada, y son deslumbrados con privilegios del poder para favorecer el margen de maniobra del Ejecutivo.
A pesar de la catástrofe priísta y el arrasador triunfo de Morena en las urnas, que dio como resultado un sistema de frenos y contra pesos entre los Poderes Ejecutivo y Legislativo, hoy el gobernador Alfredo Del Mazo tiene las posibilidades de reencontrarse con el dominio sobre la Legislatura. Y es que después de ochenta años, y con el ejercicio del poder, cuando la oposición despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.
La tenebra
Los partidos satélite siempre han sido condición idónea para fragmentar a la oposición. El régimen político no requiere de tantos partidos, y en la actual democracia, quizá tampoco de tantos diputados locales. Un Poder Legislativo con menos partidos evitaría saltos al vacío y la hegemonía que dota el Poder Ejecutivo, sin importar el partido que se instale en la silla del gobernador, no tendría por qué imponerse sobre los resultados electorales.
