La consulta ciudadana sobre el Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) en Texcoco se resuelve a través de un debate público que parece la continuación de la campaña presidencial. En síntesis, el equipo de transición del presidente electo, Andrés Manuel López Obrador ha encontrado una dicotomía simbólica que favorece anticipadamente a la opción de Santa Lucía.
En el código binario de la deliberación aeroportuaria, la misma que impulsó a la victoria abrumadora de Morena en las elecciones de julio pasado, marca a la alternativa a favor de Santa Lucía en un diálogo que busca resaltar las condiciones negativas de la opción de Texcoco: el deterioro ambiental, la ostentosidad del proyecto, los sobreprecios de la obra, el descontento social en su entorno, y la rampante corrupción del actual gobierno.
#YoPrefieroElLago ha dominado ya la discusión de las plataformas digitales, y particularmente de las “benditas redes sociales”, como las calificó López Obrador. Ahí está la dominancia a favor de Santa Lucía como una arenga política por defender la alternativa que se opone a Texcoco. El estandarte ecológico anticipa ganar simpatías de colectivos sociales que le permitan concitar a los impulsores de Santa Lucía la movilización necesaria para derribar Texcoco.
En otra parte de la propaganda a favor de Santa Lucía, todo hace suponer que una derrota de Texcoco se traduce como un voto de rechazo, de castigo y de derrota para el gobierno de Peña Nieto. Los grupos de interés que han sido opositores radicales de la actual administración federal acumulan la información necesaria para denostar el proyecto aeroportuario peñista.
En el centro de su discurso, las voces a favor de Santa Lucía han logrado lo más importante: conectar su mensaje con la gente de a pie, en razón de que cancelar Texcoco implicaría ahorros presupuestales, y eso de alguna manera favorecería el destino de esos recursos financieros para lo urgente y lo más necesario.
En paralelo, las voces que se inclinan a favor del proyecto en Texcoco, son las mismas que López Obrador identificó durante su campaña como la “mafia del poder”: la clase gobernante y las élites empresariales, es decir, aquellos grupos de interés que causan resistencias entre las bases sociales del país.
En consecuencia, quienes impulsan el proyecto peñista han sido incapaces de comunicar con eficacia las virtudes del Nuevo Aeropuerto de México. Su mensaje es limitado y se concentra en la necesidad por mitigar la saturación del tráfico aéreo de la actual terminal aérea; así como de un proyecto de infraestructura moderno que sólo cautiva a los usuarios de vuelos comerciales, un universo restringido a una zona geográfica y condiciones socioeconómicas excluyentes.
Andrés Manuel López Obrador ha ganado una contienda anticipada: en primer lugar, ha colocado la consulta ciudadana como uno de los temas más discutidos y difundidos en la agenda pública de las últimas cuatro semanas.
Entre los próximos jueves 25 y domingo 28, se realizará la consulta ciudadana que definirá el futuro del nuevo aeropuerto, pero el panorama se advierte sombrío para Texcoco, mientras Santa Lucía se abre paso a partir de una comunicación más efectiva, la misma que polariza, y que llevó a López Obrador al triunfo de la elección presidencial, y que derrotó al priísmo y sus candidatos.
Ahora, el aeropuerto de Texcoco podría hundirse antes de tiempo, y no por las razones del terreno lacustre en que se edifica, sino por las emociones que se oponen a su construcción y favorecen al proyecto de Santa Lucía. La definición está muy cerca.
