La semana pasada fue eclipsada por el quinto informe de gobierno de Eruviel Ávila Villegas que pintó una realidad que se refleja distante respecto de las carencias, demandas y necesidades de la población mexiquense. La rendición de cuentas que se ha convertido en un artilugio propagandístico con fines de promoción personalizada en el ámbito de aspiraciones electorales.
Ávila delineó un estado de grandes avances, a pesar de que la inseguridad se apodera de los espacios públicos, la falta de oportunidades educativas que margina a miles de jóvenes, el desempleo que se acrecienta de forma irrefrenable y una pobreza que lacera a casi 8 millones de mexiquenses.
La clase gobernante obnubilada por sus discursos y las obsesiones que otorga el poder, con una carente autocrítica que permita revertir las políticas públicas que hoy simplemente no funcionan. La autocomplacencia como una estrategia sistemática para presumir logros que parecen una escenografía para matizar las condiciones sociales de grandes sectores de la población.
Eruviel simuló la presentación de dos informes, uno que apostó a su personaje telegénico, armado en un estudio de televisión y con la dramatización propia de un talk show; y otro más, construido en la interacción de las redes sociales, con escenarios controlados y la apuesta por conquistar a los millenials.
Pese a todo, Ávila memorizó frases mediáticas, de fácil recordación, de abundantes lugares comunes y con temas clave que repitieron su spotización en ambos informes. Eruviel, replicando hasta el cansancio que su cargo es temporal y que seguirá siendo vecino, padre de familia y abuelo; el mismo, que estuvo al borde del llanto cuando conoció el caso dramático de una señora con cáncer.
El quinto informe de Eruviel Ávila se convirtió en una estrategia mediática de promoción individual, basada en la personificación de la política, de quien presume permanentemente su origen humilde, como lo hizo cuando fue alcalde y quería ser gobernador, y que ahora sueña con ser presidente de México.
El asistencialismo y la entrega de dádivas que se normalizan en la toma de decisiones de gobierno que fomentan el clientelismo siempre con pretensiones electorales. Ahí están los apoyos económicos, las despensas y la entrega de materiales para los grupos llamados vulnerables: mujeres, estudiantes, adultos mayores y personas con discapacidad, vistos como potenciales votantes del partido en el poder que reparte los programas sociales a criterios partidistas.
En paralelo, desde la oposición partidista se enarbola un discurso de simulación -enmarcado por la proximidad de las elecciones-, en la medida que los partidos representados en la legislatura estatal y el ejecutivo del estado han logrado una connivencia para beneficio de sus intereses particulares, que siempre han ido en favor de la élite política y por encima de las exigencias del electorado.
Eruviel ha entrado en la etapa final de su mandato con un objetivo conciso e irrenunciable para su causa y la de su partido: mantener el poder político que le fue prestado por seis años, y en esa posibilidad perseguir sus aspiraciones electorales basadas en la hegemonía del poder político. Esa es la estrategia de su informe, de su promoción y de su constante posicionamiento electoral.