Ricardo Moreno*
En la práctica político – electoral, la acumulación de fuerzas para las batallas en las urnas, implica el rompimiento de las líneas del adversario. En nuestro país tiene un especial significado el proceso de acumulación de fuerzas pues, con el advenimiento de la democracia durante los años 90s la movilidad del electorado se aceleró y se refugió en los partidos opositores, lo mismo de derecha que de izquierda. Los estudiosos de la ciencia político electoral le llamaron electores switchers, es decir, que podían cambiar su voto pues no son parte de los simpatizantes o militantes de los partidos políticos a los que se les llama voto duro.
La tradición política mexicana tiene un elemento que los estudiosos y teóricos han menospreciado: El fenómeno de “la cargada”, que surgió en medio del proceso posrevolucionario y con el establecimiento del PRIato. El fenómeno de la cargada tiene como ingrediente fundamental, adelantarse a la designación del candidato que habría de ser designado por el “señor presidente” para congraciarse con el “bueno”.
Una especie de juego de azar entre la clase política del Partido Revolucionario Institucional en el que se descifraban palabras, saludos, conductas y decisiones. Interpretar la línea presidencial era, a decir de muchos, ciencia y arte de verdaderos políticos. Era entonces un deporte nacional.
Sin embargo, la cargada no siempre era bien vista por el residente de Los Pinos. Había quienes en busca de la nominación a gobernador o presidente municipal, lograban la simpatía de la ciudadanía y eso en ocasiones no era bien visto. Nadie podía ser más popular que el jefe, y quien lo lograba generalmente no era “el bueno”.
Con el advenimiento de la democracia, “el dedazo y la cargada” se creyeron muertos. Ambas instituciones coexistían y no se pueden entender una sin la otra. No había dedazo sin cargada y viceversa. Pero la democracia derrumbó esa dicotomía.
La 4T ha institucionalizado el método de selección de las encuestas para definir a sus abanderados. Esto ha desatado un sistema de procesos electorales de posicionamiento de los personajes que desean competir con mucho tiempo de anticipación. Se acabó el “tapado”, ha dicho el líder de la 4T y eso es cierto. No hay “tapado” ni “dedazo”.
Por eso la cargada es más común en los nuevos procesos de selección en la 4T. La cargada implica irse con el bueno desde el principio, para estar en su radar y subirse al “carro”. Es decir, agarrar lugar en la burocracia gubernamental pues, santo que no es visto no es adorado.
Pocos han caído en cuenta que, sin embargo, en Morena no opera así de sencillo la cargada. En el fondo se está sustituyendo a la clase política paulatina y lentamente, de forma tal, que se pretende erradicar esa costumbre del te doy y me das, tanto que llega al punto del chantaje.
En estricto sentido los políticos huelen el poder y les atrae pues está en sus venas. La militancia no es un asunto que sea importante; menos aún las ideologías. El poder es el poder y hay que ir a él como abeja al panal.
* Ha sido diputado federal y local. Se ha desempeñado como representante de MORENA ante el instituto electoral del Estado de México. Fue secretario del Ayuntamiento de Toluca de 2019 a 2020.
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