Toluca, Edomex. 30 de septiembre de 2016.- Aun cuando la clase gobernante promueve un discurso de combate a la corrupción, en los hechos parece que esas conductas ilícitas se solapan a favor de la élite política. Eruviel arremetió contra los corruptos, pero nada dijo sobre el caso OHL, que ensombreció a Apolinar Mena, obligado a renunciar unos meses y luego recontratado al interior de su gabinete. El caso OHL salpicó a Manuel Ortiz, quien agilizó su proceso de jubilación de la extinta secretaría de obra pública. Nada hubo contra los políticos, mientras que la empresa cesó a los directivos corruptores.
Ávila también reconoce un problema de corrupción al interior de los cuerpos policíacos, pero nada hace en contra de Rogelio Cortés Cruz, acusado de obligar a sus elementos a corromper. Con más de 15 años en el cargo, Cortés es un hombre lleno de vicios, que se hace escoltar hasta por 20 patrullas en sus visitas a ayuntamientos mexiquenses. El miedo no anda en burro, pero Rogelio anda con un séquito de escoltas que supera al propio Eruviel. Y parece inamovible.
Eruviel dice estar decidido contra la corrupción. Pero a pesar del endeudamiento de municipios mexiquenses, muchos exalcaldes fueron premiados con cargos en su gabinete. Hubo muchos expresidentes que se excedieron en el ejercicio del poder. Hasta ahora, el único exedil procesado por desvío de recursos es David Sánchez Guevara de Naucalpan, que parece más una revancha política que un asunto de justicia. El resto, particularmente los priístas, parecen protegidos con un halo de impunidad.
Hoy, la élite política y la clase empresarial mexiquense son señaladas a nivel nacional por sus actos de corrupción y conflicto de interés. En el banquillo de los acusados políticos están los Peña, los Videgaray, los Miranda y los Castillo. Mientras que de los hombres de negocios están los Hinojosa -de Tamaulipas pero adoptado mexiquense-, los Maccise, los Hank, los Alcántara. El estigma los persigue, provocando su pérdida de influencia, aprobación y negocios.
El combate a la corrupción no es un asunto que se resuelva con voluntad política sino con la aplicación de la legalidad. La corrupción coexiste en un estado de derecho que privilegia la impunidad. En los indicadores de corrupción, el Estado de México aparece en los primeros lugares, derivado de la percepción social, pero fundamentalmente de hechos concretos. En esas cifras, Eruviel fue impreciso, y en la toma de decisiones, al no encontrar resultados favorables, se advierte omisión, negligencia o complicidad en las instancias anti corrupción.
En paralelo, el presidente Enrique Peña lanza un desafortunado discurso bíblico acerca de la corrupción, para advertir que quien esté libre de corrupción “lance la primera piedra”. En los hechos, parece que la metáfora discursiva y el control de daños del peñismo lo diseña la oposición. La elite política enfrenta una crisis de credibilidad por su enriquecimiento al amparo del poder, y eso no se remedia ni con un perdón ni con un reconocimiento de culpas. Mal y de malas.
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