Toluca, Edomex. 27 de octubre de 2017.- En el devenir de las últimas semanas, la clase gobernante busca señales desde Los Pinos para tratar de descifrar la decisión de Peña Nieto sobre el candidato presidencial priísta. Sin embargo, en estos momentos de definición, lo que acostumbra el originario de Atlacomulco es consultar a su círculo cercano, expresidentes, exgobernadores, al partido y a los propios precandidatos sobre el horizonte electoral. Así lo ha hecho cada que ha tenido que decidir al candidato del Estado de México -en 2011 y 2017-, y todo apunta a que repetirá la fórmula sobre el ungimiento presidencial.
Ahí hay dos voces que son las más influyentes para el peñismo: los Luises. En primer lugar, Luis Videgaray, que hablará como el gran ideólogo de este gobierno y la defensa y permanencias de las reformas. En segundo sitio, Luis Miranda, como el alter ego de la clase política mexiquense. Si de conservar el poder se trata, Peña Nieto debe garantizar la vigencia de su legado económico, pero también la prevalencia de su grupo político. La tecnocracia ha desplazado a los mexiquenses, y el peñismo puede terminar el sueño presidencial en escasos trece meses al ascenso de un nuevo grupo al poder público.
Al interior del PRI, Peña Nieto deberá considerar cuatro personajes de influencia. Desde la dirigencia priísta: Enrique Ochoa -cercano a Videgaray y la tecnocracia-; y Claudia Ruiz Massieu -la incidencia del salinismo en la decisión-. Mientras que desde la Legislatura Federal: Emilio Gamboa -el gran operador político del peñismo y defensor de la nomenklatura-; y César Camacho Quiroz -otro actor que pugnará a favor del Grupo Atlacomulco-. En este grupo compacto parece imponerse la política tradicional sobre los grandes intereses empresariales.
En su círculo más cercano, es inevitable las referencias que le puedan alcanzar sus hombres de absoluta confianza. Aquí se de anotar a tres personajes que han acompañado al presidente desde hace quince años: Erwin Lino, el empoderado secretario particular; aunado a Francisco Guzmán, el discreto pero influyente jefe de oficina; así como Roberto Padilla, secretario técnico del gabinete. La triada no tiene intereses personales sobre los aspirantes. Su opinión puede considerarse la más equilibrada para tomar decisiones.
Con menor injerencia, Peña puede abrir la baraja de opiniones, a integrantes de su gabinete de quienes mantiene la percepción de una acentuada perspicacia política y lealtad institucional. Ahí anoten a los secretarios de cinco años, que han logrado conservar su espacio de opinión en el peñismo. Los mexiquenses Gerardo Ruiz Esparza y Alfonso Navarrete Prida; la experredista Rosario Robles, y el expresidente del priísmo nacional, Pedro Joaquín Coldwell. Si la indefinición lo atribula, ellos pueden otorgar pros y contras entre los aspirantes.
Finalmente, es imprescindible lo que cada precandidato opina del otro. Para Peña Nieto es importante conocer cuál de los aspirantes muestra mayores fortalezas o debilidades entre ellos. Ahí también pondera las lealtades ante una decisión ya avezada. Meade, Osorio Chong, Nuño y Narro formarán parte de la pasarela de consulta del propio Enrique Peña, antes de dar a conocer una decisión ya tomada, pero que busca legitimar a base de opiniones, de valoraciones y de consideraciones de su grupo más cercano y confiable.
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