Toluca, Edomex. 19 de junio de 2018.- Hace tres años Morena contendió en su primera elección. Con una votación que le alcanzó para situarse como cuarta fuerza electoral del Estado de México, logró ganar una alcaldía, una diputación federal y otra más local por mayoría. Asentó en Texcoco su principal bastión electoral. Delfina Gómez logró ser la diputada federal más votada para Morena en todo el país. Ahí comenzó un vertiginoso crecimiento electoral, que en menos de dos años ha puesto en alta vulnerabilidad al priísmo mexiquense.
El año pasado, Morena logró la hazaña de convertirse en la primera fuerza electoral del estado. Si no ganó la gubernatura mexiquense fue porque no hizo ninguna alianza política. Delfina Gómez se impuso en municipios emblemáticos como Ecatepec, Naucalpan, Cuautitlán Izcalli, Tecámac y Texcoco. El priísmo sacó la victoria en los municipios rurales donde la maquinaria electoral revirtió la derrota de las zonas urbanas. En un plazo de dos semanas, Morena regresará a las urnas, y el efecto López Obrador les tiene con una amplia ventaja en al menos 40 municipios.
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El peor escenario para el priísmo es una alta votación. El partido en el poder depende de su movilización de votantes, pero ante al rechazo de su marca tiene techos electorales insuperables. Frente a su voto duro, el escenario más adverso son elecciones polarizadas con un creciente voto de castigo. Por si fuera poco, el PRI compite en solitario. El año pasado, la alianza con el Partido Verde, Nueva Alianza y Encuentro Social le sumaron lo suficiente para hacer ganar a Alfredo del Mazo. El próximo primero de julio, parece que le restarán lo necesario para profundizar la crisis electoral que le anticipan todas las encuestas.
La prospectiva del PRI mexiquense es una participación del 65 por ciento. Su propósito ya no es ganar municipios importantes. El mayor objetivo es ganar al menos 15 distritos locales, y sumar junto a sus aliados los votos necesarios para darle gobernabilidad al proyecto delmacista en la Legislatura Estatal. Lo cierto es que desde la toma de decisiones del priísmo mexiquense se han dejado sueltas las campañas locales. Se han concentrado en la elección presidencial y de senadores, a pesar de que es una contienda pérdida desde enero pasado.
Ante una catástrofe electoral, el PRI no está muerto. En las elecciones presidenciales de los años 2000 y 2006, muchos priístas cayeron en desgracia. Y en menos de una década, lograron colocar a un mexiquense en Los Pinos. Hoy, el defecto Peña los tiene en la peor crisis de aceptación electoral, pero no puede decretarse que sea el prinicpio del fin. El priísmo ha demostrado tener muchas vidas.
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El PAN y el PRD, aliados o por separado, serán la bisagra de la gobernabilidad en el Estado de México. De confirmarse una derrota histórica para el PRI mexiquense, serán las bancadas que puedan darle oxígeno a Del Mazo en la primera mitad de su mandato. Por sus antecedentes históricos y sus vaivenes ideológicos, se pronostica que el priísmo tenga entre panistas y perredistas a los legisladores más leales con el Grupo Atlacomulco.
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