Toluca, Edomex. 18 de septiembre de 2018.- Una de las principales demandas que el entonces candidato a gobernador Alfredo Del Mazo recogió durante su campaña era la inseguridad en el transporte público. A un año de gobierno, el titular de la Secretaría de Movilidad, Raymundo Martínez, no ha logrado avanzar un ápice en colocar cámaras y botones de pánico en las unidades del servicio concesionado. La violencia en el transporte de pasajeros se ha desbordado, y acelera su presencia en todas las rutas del transporte público. Ahí prevalece el robo y hasta los asesinatos a quienes se resisten a los mismos. Junto al índice delictivo, lo que persiste es un grupo de transportistas, ligados a la clase gobernante, renuentes a contar con un servicio ordenado, regulado, accesible y de calidad.
Hace casi quince años, el entonces gobernador Arturo Montiel creó la Secretaría del Transporte con el propósito de organizar el servicio público de pasajeros, cuyos resultados son nulos y sólo ha servido para tener más posiciones políticas y carga burocrática. Tras doce meses en el cargo, Martínez Carbajal no tiene un solo motivo para presumir en el primer informe de resultados. Lo cierto es que la única experiencia de Raymundo en el ramo transportista es su cercanía con el exgobernador, Eruviel Ávila, quien presumía su actividad como vidriero, mientras estudiaba su licenciatura en derecho en su etapa de juventud. En resumen, la posición de Raymundo responde a un compromiso político con el ahora senador plurinominal, y eso a la luz de sus logros parece insuficiente.
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El magisterio estatal no pasa por una de sus mejores etapas. Tras la reciente elección, tres de sus dirigentes sindicales perdieron en las urnas, y se puso de manifiesto que desde hace mucho tiempo, el aparato magisterial ha dejado de ser un voto corporativo. En su intento proselitista, y abanderados por la causa priísta, sucumbieron en las votaciones Fernando Zamora -que buscaba la reelección de Toluca-; Roberto Sánchez Pompa -actual alcalde de Tenancingo, que perdió la diputación local-; y Abraham Saroné, todavía líder magisterial, que fracasó en su intento por una diputación local por Lerma, y cuando había logrado una curul plurinominal, fue removido por Marlón Martínez Martínez -cercanísimo a Miguel Sámano-, que impugnó al propio Saroné para alcanzar su diputación.
Ahora, el magisterio estatal, con más de 100 mil profesores agremiados, pretenden realizar la renovación de su dirigencia sindical, pero con absolutas resistencias de un sindicato cada vez más contestatario hacia la injerencia oficialista por incidir en la elección gremial. Es evidente, que algunos exlíderes magisteriales mantienen vivos sus intereses en la vida interna del sindicato, y desde ahí se pretende resolver la elección, de un magisterio que al menos en sus liderazgos, conservan su cercanía con el gobierno en turno, y que desde el priísmo han logrado obtener posiciones políticas más allá de las aulas y el sindicato.
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A pesar del compromiso político de Andrés Manuel López Obrador por no influir en las opiniones de la consulta ciudadana para decidir el futuro del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM), es evidente que su próximo secretario de Comunicaciones, Javier Jiménez Espriú tiene una inclinación por la alternativa de Santa Lucía, y la cancelación de la terminal aérea de Texcoco. Un día habla bien del proyecto de Santa Lucía, y al otro día descalifica la opción de Texcoco. Y eso, al final de la consulta, si se decanta a favor de Santa Lucía podría derivar de la influyencia del gabinete lopezobradorista; o bien, si prevalece la alternativa de Texcoco, podría calificarse como un fracaso del propio Jiménez Espriú.
Lo mejor que puede hacer el gobierno de Enrique Peña es mantenerse al margen de las opciones establecidas en la consulta ciudadana. Y es que la mínima expresión que pudiera realizar el impresentable Gerardo Ruiz Esparza a favor del aeropuerto peñista, más que favorecer podría desencadenar una serie de opiniones negativas hacia el proyecto de infraestructura vinculado con uno de los personajes con mayores negativos en el gabinete peñista. Ruiz Esparza lo entiende, lo asume y prefiere guardar silencio a favor del proyecto en Texcoco.
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