Toluca, Edomex. 17 de febrero de 2016.- La semana pasada, Arne Aus den Ruthen, City Manager de la delegación Miguel Hidalgo, encabezó un operativo en Paseo de la Reforma 835, donde se encontraban estacionados vehículos sobre la banqueta, propiedad de Raúl Libién, hijo de Miled Libién, empresario libanés asentado en el Estado de México. Entonces, Raúl retó al funcionario capitalino para solucionar el conflicto vía telefónica. El servidor delegacional se negó a atender la llamada telefónica y procedió a infraccionar a los automóviles.
El video se viralizó por la arrogancia y vulgaridad con la que Raúl Libién reaccionó ante su interlocutor. Arne Aus bautizó a Libién como #LordMeLaPelas, cuyo hashtag se convirtió en una tendencia entre los temas más comentados en twitter. Anoche, el conflicto entre el empresario mexiquense y el funcionario capitalino escaló, al punto que el servidor público fue víctima de una agresión física que dibuja de cuerpo entero a parte de la élite adinerada de la entidad.
En un nuevo operativo, Aus den Ruthen regresó al Paseo de la Reforma, en donde ubicó dos vehículos con estrobos, una circunstancia que de entrada contempla corralón. En el momento preciso en que trasmitía el operativo por medio de periscope, al menos cuatro escoltas le quitaron el teléfono celular y lo subieron a uno de los vehículos. Los “guaruras”, como les llama Den Ruthen, llegaron a la violencia física para evitar una nueva andanada de críticas contra sus jefes, la familia Libién.
En redes sociales, se volvió a viralizar el operativo encabezado por Arne Aus den Ruthen, quien de inmediato responsabilizó a los Libién, propietarios de Grupo Miled, de la agresión que fue víctima. Para la jefa delegacional de Miguel Hidalgo, Xóchitl Gálvez, ésta forma de amedrentar no les hará recular. Los Libién, vinculados además a la clase política mexiquense, exhibe que con carretadas de dinero busca solucionarlo todo, y gozar de la impunidad. Hoy parece que las cosas le han sido distintas, y eso les resulta altamente incómodo.
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Hoy concluye la visita del Papa Francisco por tierras mexicanas. El saldo para la clase política parece positivo. A pesar de un discurso reflexivo y crítico que trajo consigo el Obispo de Roma, para la élite gobernante le permitió la promoción personal, particularmente de quienes fueron anfitriones de la presencia del Jorge Mario Bergoglio. Ahí están las selfies, la complacencia con la iglesia católica y sus jerarcas. Mancera, Eruviel, Velasco y Silvano pueden contar entre sus “logros” de gobierno haber recibido la visita del jefe del Estado Vaticano.
Al final, los mandatarios que tuvieron oportunidad de aparecer junto a Francisco rebasan las críticas minoritarias, ante la amplia mayoría devota del catolicismo en México. Lo cierto es que han vulnerado la laicidad del Estado, poniendo no sólo el empeño y su fe, sino también el dinero, al servicio de una religión, entre tantas otras que merecen la misma tolerancia, respeto y trato. El equilibrio se rompe cuando se ha dispuesto de un enorme despliegue para la visita del Papa en nuestro país.
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