Toluca, Edomex. 15 de junio de 2016.- Los tiempos se han adelantado. La sucesión gubernamental se ha precipitado tras la elección del 5 de junio. Las ansias electorales se viven, lo mismo entre priístas que en la oposición. Los comicios del Estado de México, no son un laboratorio de la sucesión presidencial, pero se convertirán en un termómetro de la capacidad de reacción de un PRI que sucumbió ante el descrédito social. La oposición también medirá sus capacidades de competencia frente a la mayor maquinaria electoral del país.
En el PAN, Ulises Ramírez pudiera perder el control político que detenta desde hace una década. Tras la resolución del Tribunal Electoral para que los panistas elijan nuevo dirigente, Enrique Vargas y Edgar Olvera se frotan las manos para erigirse como los liderazgos proclives de ungir a alguien afín a sus intereses. Vargas representa el empoderamiento económico; mientras que Olvera simboliza la fracción doctrinaria del panismo. Ulises puede ser desterrado, aunque dará un último intento por conservar su influencia.
Foro Agencia MVT
Delfina Gómez Álvarez ha construido su carrera política en la adversidad. Su mismo nombre la define como el alfil de López Obrador por la gubernatura mexiquense. Hace cuatro años resultó electa alcaldesa de Texcoco, bastión de Higinio Martínez, quien la arropó en su grupo político. Delfina asumió relevancia por confrontar al gobernador Eruviel Ávila, cuando el priísta canceló la realización del Hell and Heaven en febrero de 2014. El año pasado, ganó la única diputación federal por mayoría a favor de Morena en el estado. Hoy es la precandidata lopezobradorista para reemplazar a Eruviel en septiembre de 2017.
Del lado perredista, han intensificado los cabildeos internos para convencerse de que la mejor oportunidad es jugar en alianza con el panismo. A pocos meses de la contienda, la preocupación oscila en encontrar a un candidato competitivo y que una las voluntades de la izquierda y la derecha. De preferencia, están en busca de un candidato externo, que reúna la fórmula del éxito de otros estados, es decir, que sea un priísta resentido que juegue en contra del sistema.
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El problema de hacinamiento en las cárceles mexiquenses sólo se toma en serio cuando pegan crisis institucionales. El esquema penitenciario que apuesta a una readaptación social es inexistente. Los penales están en una severa crisis desde hace dos décadas, en la que influye la sobrepoblación, pero también la corrupción, la negligencia, la complicidad, la omisión y otras severas irregularidades. Las cárceles, aunque se lea trillado, están convertidas en escuelas del delito.
La procuración de justicia no existe y la readaptación social tampoco. Las condiciones de reclusión laceran los derechos humanos de los internos y potencian sus conductas delictivas. Este año, el gobierno mexiquense abrirá nuevas cárceles estatales, pero el reto parece insuficiente. La impunidad, los privilegios y las componendas le ganan a las buenas voluntades y la retórica de los discursos.
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