Toluca, Edomex; 4 de marzo de 2020.- Este miércoles, el PRI cumplirá 91 años de fundación, aunque políticamente no tiene mucho que festejar. El otrora partidazo tendrá en las elecciones del año próximo su última oportunidad para recuperar el terreno perdido, y tener posibilidades mínimas para retener la gubernatura mexiquense en 2023. El priísmo atraviesa una crisis de credibilidad, de confianza y de financiamiento: todos los escenarios son adversos, pero su maquinaria electoral podría ser su salvamento hacia el futuro inmediato.
La única solución es un cierre de filas entre los exgobernadores, quienes concitan a todos los grupos del poder político y económico. El PRI requiere de candidatos rentables, de empresarios que financien sus campañas y de operadores que movilicen sus estructuras. El delmacismo debe ser punto de encuentro y no de fractura. Perder el Estado de México significaría una derrota en el principal bastión electoral. Un fracaso en 2023, detonaría en un duro golpe hacia el priísmo nacional en su conjunto.
El pasado lunes, el Estado de México cumplió 196 años, de los cuales casi la mitad ha sido gobernado por un solo partido político. Aquí, el PRI ha predominado durante 91 años. Aún más: el Grupo Atlacomulco se ha enquistado aquí durante los últimos 77 años, para imponer a cinco gobernadores de Atlacomulco: Fabela, Del Mazo Vélez, Sánchez Colín, Montiel y Peña Nieto; y tres más con ascendencia en esa tierra mítica: Hank, Del Mazo González y Del Mazo Maza. El poder político no conoce de alternancia electoral.
El desgaste del poder es irreversible y la debacle parece inevitable. Hace tres años, el PRI de Alejandra del Moral quedó en segundo lugar en la contienda de gobernador, superado por Morena con apenas dos años de creación. Del Mazo ganó por el margen del PVEM, Nueva Alianza y Encuentro Social. La peor marca electoral del PRI, se registró en el partido dirigido por Ernesto Nemer, en 2018: obtuvo el triunfo en apenas 21 municipios; y ganó tres diputados federales y una legisladora local de mayoría.
En lo particular, la desaprobación del peñismo representa hoy el principal lastre para el priísmo mexiquense. Aun cuando López Obrador registra una baja a la aprobación de su mandato; el PRI simplemente no revierte su escasa preferencia electoral. En paralelo, los gobernadores priístas no son los mejor evaluados. Y tampoco se distingue en su discurso político una oposición contestataria al presidente Andrés Manuel. No hay buenos números, ni alguna estrategia.
Hoy, muchas de las voces que se dicen dispuestas a rescatar al PRI, en realidad están pensando en sus posiciones personales para el 2021. Los nombres de siempre buscan convencer de un cambio de partido que no existe. Las formas anquilosadas y los métodos agotados darán un resultado desfavorable. El único factor positivo para el priísmo es un abstencionismo que le permita ganar con su voto duro, y los malos gobiernos de quienes les ganaron en las urnas hace un par de años pueden encargarse del resto.
Comentarios a contacto@www.planamayor.com.mx
