Francisco Ledesma / El quinto año de gobierno
El quinto año de gobierno siempre es un desafío político para quienes detentan la gubernatura del Estado de México, y abre la puerta para perfilar la sucesión del Poder Ejecutivo, en cuya condición, el priísta Alfredo Del Mazo deberá sortear las presiones al interior de su partido, y el clivaje hacia el exterior frente a la hegemonía opositora nunca antes vista tras una elección intermedia.
En la historia reciente, Arturo Montiel recuperó la mayoría legislativa para el priísmo local, luego de los comicios de 2003; y desde la fracción tricolor impulsó a su delfín político como el candidato idóneo de su partido: Enrique Peña Nieto. Con el intento frustrado, se quedaron en el camino, el entonces dirigente estatal priísta, Isidro Pastor Medrano; y el secretario de gobierno, Manuel Cadena.
Seis años más tarde, Peña Nieto modificó el ajedrez político. Colocó al PRI mexiquense como el más triunfador del país, con 92 municipios ganados. La sucesión se determinó a nivel municipal, a favor de Eruviel Ávila. En la aspiración fallida se quedaron, entre otros, el coordinador parlamentario de la legislatura mexiquense, Ernesto Nemer; y el dirigente del priísmo local, Ricardo Aguilar.
En el escenario electoral, tanto de Montiel como de Peña, había circunstancias paralelas. Los dos perseguían la candidatura presidencial del tricolor, y por tanto, se opusieron a una injerencia de la dirigencia nacional. La determinación del candidato a la gubernatura, fue un asunto exclusivo del gobernador en turno.
Hace seis años, Eruviel Ávila pretendió tomar el control, pero se enfrentó a un esquema presidencialista predominante, en el que para colmo de males era un priísta, mexiquense, y a quien le debía su cargo como mandatario.
La unción de Alfredo Del Mazo se dio desde Los Pinos, por parte de Peña Nieto.
Entre los damnificados se encontraron, el dirigente del priísmo local, Carlos Iriarte Mercado; y miembros del gabinete local, como Ana Lilia Herrera. Otros personajes que alzaron la mano desde el gabinete federal, parecían más parte del arropo delmacista, y un factor de distracción a la intención eruvielista.
Hoy, desde la opinión pública se pretende empujar la idea de que Del Mazo podría ser un buen candidato; aunque hay dos premisas que parecen jugar en su contra: por un lado, parece muy reciente enviar a otro priísta mexiquense a la contienda presidencial; y por otra parte, resulta poco atractivo competir en unos comicios con menos de cuatro gobernadores del PRI, cuando su estrategia depende sustancialmente de estructuras territoriales, hoy inexistentes.
Ahora bien, en el esquema mexiquense, tres aspirantes ocupan las posiciones más recurrentes a los escenarios de sucesión: Ernesto Nemer en la Secretaría General de Gobierno; Alejandra del Moral en la presidencia del PRI estatal; y Elías Rescala como coordinador de la bancada priísta en la Legislatura local.
Como parte del pasaje histórico, el más reciente secretario general de gobierno en ascender al cargo de gobernador fue Alfredo Del Mazo Vélez, abuelo del actual mandatario. El último dirigente estatal priísta que terminó por convertirse en gobernador fue Arturo Montiel. Y el coordinador de la fracción del PRI en dar el salto al edificio contiguo como gobernador, fue Enrique Peña Nieto.
La lista no puede reducirse a un puñado tan limitado, pero también desde ahora, Alfredo Del Mazo ha mostrado su ruptura con gran parte de los diputados federales, quienes responden más a los intereses nacionales que a los de casa.
Del Mazo ha comenzado su quinto año de gobierno, y con matices buscará conducir la sucesión por la gubernatura, sin descuidar que hay actores políticos en reposo, que podrían sacudirse del espasmo y estar de regreso en 2022.
La tenebra
El exgobernador más influyente entre el priísmo mexiquense y su clase gobernante no asistió al cuarto informe de Alfredo Del Mazo. En su margen de control se establecerá gran parte de la decisión final hacia la elección de 2023; muy a pesar de su defenestración política y su baja aprobación de su imagen pública.
¿Quiénes de los aspirantes pueden presumir no sólo de cercanía, sino de su confianza para heredarles el poder?
