Francisco Ledesma / La dinastocracia verde
El Partido Verde Ecologista es una franquicia política, identificada en el imaginario colectivo como un negocio familiar, que durante décadas ha sobrevivido como un partido satélite, a causa de sus alianzas electorales con otros partidos preponderantes; y que le ha permitido una gran rentabilidad de cargos públicos para sus élites, y de amplias prerrogativas financieras.
En el Estado de México, fallidamente intenta sacudirse los estigmas del pasado, pero su sobrevivencia sería impensable sin la ascendencia que otorga la dinastocracia; y que favorece a la clase política que ha sido desplazada o defenestrada de sus partidos de origen. Esa, es su carta de presentación en la negociación de una coalición electoral que lo haga competitivo hacia el 2023.
José Couttolenc, dirigente estatal del Verde, reniega de las formas de hacer política de los partidos tradicionales. Acusa que, en la pirámide se favorece a los hijos, nietos, esposas, para obtener notoriedad política; pero apuesta a la desmemoria de su meteórica carrera política en tan solo diez años.
Pepe, como se autonombra frente a su militancia y la prensa, nació el 19 de octubre de 1989. Con apenas 23 años de edad, recibió la oportunidad de integrar la planilla por el ayuntamiento de Huixquilucan. En los comicios presidenciales de 2012, fue electo regidor, y su padre del mismo nombre, fue designado diputado local mexiquense. Su hermana María, era entonces la prometida de Jorge Emilio González Martínez, el entonces dirigente nacional del Partido Verde. El vínculo familiar marcó su ascenso político.
En 2014, María se casó con Jorge Emilio; y en 2015 se divorciaron. Sin embargo, el ascenso político del hermano jamás se detuvo. En ese mismo año, fue anotado como diputado federal plurinominal, por el estado de Chiapas, en la circunscripción 3. Es decir, cambió su residencia por conveniencia personal.
En 2018, cuando Morena arrasó en las elecciones federales y locales; Couttolenc fue a la segura: se enlistó como legislador local, en un cargo que su padre ya había ocupado seis años antes, por la franquicia del PVEM.
En 2021, repitió la fórmula, a través de la reelección; no obstante, la paridad de género desde el ámbito jurisdiccional, le impidió mantenerse en su curul. Entonces, se dedicó de tiempo completo a un cargo que prácticamente alcanzó por su ascendencia familiar, por encima de la trayectoria política, como dirigente del PVEM en la entidad, en el que ha ganado cierta notoriedad.
Desde ahí, ha buscado posicionar su imagen y la de su partido, con la encomienda de crecer en las encuestas para tener un mayor margen de maniobra en la negociación de una posible coalición electoral. Couttolenc presume que, algunas encuestas le otorgan hasta el 10 por ciento de las preferencias electorales, sin embargo, a ese paso, deberían pasar al menos otros seis años para alcanzar un nivel de competitividad frente a los punteros.
Lo que es innegable es que, el PVEM instrumenta las mismas formas políticas que los partidos tradicionales; pues también favorece a la dinastocracia, en donde se aprecian personajes como Luis Miranda Barrera y Leonardo Bravo Villanueva, quienes alcanzan posiciones de privilegio por encima de la militancia cautiva.
El dirigente del Partido Verde no aparecerá en las boletas electorales del 2023; sin embargo, busca pactar con Morena un acuerdo político suficientemente sólido que le permita alcanzar una nueva elección para el 2024, a partir de las siglas que tanto le han redituado en los últimos diez años.
La tenebra
El peor negocio del Verde fue aliarse con el PRI en el 2005, 2011 y 2017, en dieciocho años apenas alcanzaron una Secretaría por un lapso de tres años; y la titularidad de Coespo por la mitad del mismo sexenio. El resto, fue perder posiciones, para arropar a priístas que no ganaban en sus distritos y hacerlos plurinominales.
