Francisco Ledesma / El millón de votos perdidos
En apenas diez años, el priísmo mexiquense ha tenido una pérdida sostenida de un millón 400 mil electores, en gran medida por el desgaste del poder que representó el sexenio peñista, el cual dilapidó su amplio capital político, y que hoy lo mantiene como segunda fuerza electoral en su último bastión de votantes, y que se juega una batalla fundamental en la gubernatura de 2023.
En los comicios de 2011, el PRI del Estado de México vivía su momento de mayor ascendencia política con el resto del país, anclado en la figura de Enrique Peña Nieto, quien lideraba todas las encuestas presidenciales. La elección por la gubernatura fue vista como un preámbulo de la operación política que sería dispuesta un año más tarde, y fue el peñismo quien alcanzó una histórica votación de tres millones de votos a favor del priísta, Eruviel Ávila.
Los excesos de algunos en el ejercicio del poder, se convirtieron en el desencanto de muchos; seis años más tarde, el priísmo (junto a sus aliados del Verde, Nueva Alianza y Encuentro Social) apenas rebasaron los dos millones de sufragios -es decir, un millón de votos menos que la elección anterior-; y una ventaja de 200 mil votos respecto de la morenista, Delfina Gómez.
Un año más tarde, el PRI tocó fondo. Apenas consiguió un millón 450 mil sufragios; frente a los dos millones 750 mil votos de morenistas -casi un millón de electores más que en 2017-. En términos territoriales, el triunfo de Morena fue abrumador, acompañado del impulso de su candidato presidencial.
Para 2021, el tricolor sumó poco más de un millón 600 mil votos, muy lejos de la cantidad alcanzada por Ávila en 2011; e incluso, representan 200 mil sufragios menos que los conseguidos por Enrique Peña cuando ganó la gubernatura en 2005. En la acera de enfrente, Morena alcanzó casi un millón 900 mil votos, cifra muy semejante a la obtenida por Delfina Gómez, cuatro años atrás.
En términos de competitividad electoral, el PRI obtuvo mejores dividendos derivado de su alianza con el PAN y el PRD -que también se han difuminado en menos de dos décadas, con una presencia marginal-; sin embargo, lo que parece indispensable en ese análisis es reconocer ¿a dónde se esfumaron sus votantes en apenas una década, muy a pesar de sentirse por momentos invencible?
En los últimos diez años, el surgimiento de Morena -derivado de un profundo éxodo del perredismo- abrió las puertas a priístas y panistas excluidos, que se convirtieron en alcaldes y diputados durante los últimos seis años; y otros más emigraron al Partido Verde, determinado a participar en solitario en las elecciones locales.
Cientos de miles de votos se habrían evaporado producto de la desilusión electoral y del descontento social que se ha profundizado precipitadamente en los últimos años, y que han traído como consecuencia la mayor defenestración política hacia el priísmo, como el partido con más negativos en el espectro.
En la historia quedaron los tiempos de un partido hegemónico que solamente salía a activar a sus estructuras el día de la elección para salir victorioso.
Ante la vorágine morenista de los últimos seis años, que le ha permitido la dominancia en 22 estados del país, resulta complejo que el PRI mexiquense tenga la capacidad de recuperar a los votantes que necesita para alcanzar los tres millones de sufragios hacia el triunfo por la gubernatura estatal.
Lo cierto es que, los electores tienen memoria corta y una decisión volátil, que en una gran mayoría, hoy no habrían tomado una decisión sobre su voto en el 2023; y ahí se encuentra la apuesta delmacista por retener el poder político.
La tenebra
¿Quién en su sano juicio podría dejarse ver en una misma entrevista con Roberto Madrazo, cuando es visto como el enemigo público del priísmo mexiquense por la afrenta contra el montielismo en el 2005?
