Francisco Ledesma / Las alianzas del pragmatismo, del poder por el poder
Las alianzas electorales para los comicios del 4 de junio están dominadas por el pragmatismo político. En las últimas horas, se han confirmado los bloques partidistas que competirán en la elección por la gubernatura del Estado de México, en los que se aprecia una disputa del poder por el poder: sin importar las posturas ideológicas, los perfiles políticos o los planes de gobierno.
Alejandra del Moral ganó su primera elección en 2009. La priísta terminó con trece años de dominancia panista en su natal Cuautitlán Izcalli: el mismo partido que previamente había derrotado a su padre, Ismael Del Moral en el 2000, y a ella misma en el 2006. Sin embargo, la coyuntura actual establece que Alejandra se ha aliado con los panistas en un intento por reivindicar al régimen priísta.
En el anuncio de ayer viernes, estuvieron presentes los excandidatos a la gubernatura Luis Felipe Bravo Mena y Josefina Vázquez Mota. El primero, derrotado en las urnas por Emilio Chuayffet y Eruviel Ávila en 1993 y 2011; y la segunda, vencida por el actual mandatario, Alfredo Del Mazo en 2017. Ambos, pretendieron derrocar al Grupo Atlacomulco, a quien ahora se unen para mantener las parcelas de poder público a nivel municipal, distrital y estatal.
Del PRD, la historia no parece muy diferente. En los resquicios del partido del sol azteca, estuvieron presentes Héctor Bautista y Javier Rivera, liderazgos de la izquierda mexiquense que conquistaron batallas electorales en municipios como Nezahualcóyotl -su otrora bastión- y Ecatepec, siempre teniendo a la hegemonía priísta como principal rival a vencer, pero que hoy han desdibujado sus postulados ideológicos. A la distancia, el perredismo observa al PRI como su salvamento en una condición de desahucio electoral hacia el 2023 y 2024.
Ahora bien, Morena se presenta como la alternativa opositora. Ahí, militan los cinco más recientes candidatos de izquierda a la gubernatura mexiquense: Alejandro Encinas (1993 y 2011); Higinio Martínez (1999); Yeidckol Polevnsky (2005); y Delfina Gómez (2017), quien repite como abanderada morenista para la contienda electoral a disputarse dentro de cinco meses.
En una acostumbrada alianza, el Partido del Trabajo volverá a postular la candidatura dominante de la izquierda, como lo hizo en el pasado con Encinas, Higinio y Yeidckol. Su sobrevivencia política siempre se ha recargado en una fuerza mayúscula, como rémora de la democracia electoral. En el caso de Delfina, Morena no podía competir en coalición; no obstante, Óscar González -el dueño de la franquicia petista mexiquense- declinó en el último momento a favor de la texcocana hace seis años. Y para 2023, será su candidata.
Lo novedoso será la coalición que construya con el Partido Verde, en el que militan priístas -o su descendencia- y panistas de larga trayectoria, a cuyos partidos políticos siempre se enfrentó la izquierda hoy refugiada en Morena. Ahí se enlistan Ernesto Monroy, Adolfo Solís, Luis Miranda Barrera, José Luis Durán, Gonzalo Alarcón, entre otros. El mismo Verde que contribuyó con sus votos a los triunfos de Enrique Peña, Eruviel Ávila y Alfredo Del Mazo.
Por encima de las plataformas electorales, se puede anticipar que el tono de las campañas será, por parte de Morena y sus aliados, derrocar al régimen priísta y sacarlo de Palacio de Gobierno, en donde se ha instalado como un partido hegemónico durante noventa años; mientras el prianismo tendrá como oferta electoral la necesidad de anteponer el interés general, con una premisa fundamental: evitar el avance de Morena en la entidad más poblada del país.
Las alianzas electorales y sus candidatas ponen de manifiesto como objetivio prioritario buscar el triunfo, sin importar claudicar de sus ideales, sus aspiraciones y sus intereses generales o particulares. Ese es el menú de la elección del 4 de junio, en la que más de uno apostará al abstencionismo, para ganar con sus estructuras partidistas y la movilización efectiva de sus votantes.
La tenebra
La megalomanía de algunos liderazgos y aspirantes a la gubernatura, del PAN y del PRD, que alguna vez pudieron gobernar en solitario el Estado de México, cuando vivieron algún momento cumbre en su historia política, ahora se han reducido a partidos satélite del régimen priísta -cuyos fundadores de esos partidos- tanto lucharon por derrotar lo que ahora buscan reivindicar. Lo inimaginable.
