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Francisco Ledesma / Autonomía sí

La autonomía universitaria ha causado revuelo en los últimos días. Una autonomía universitaria que se requiere, pero no de hoy, sino desde hace décadas y que hasta ahora ha tomado relevancia o visibilidad entre algunos sectores de la comunidad que dicen sentirse agraviados.

Es cierto que, el actual rector Alfredo Barrera Baca ha enfrentado los más complejos desafíos de la historia reciente de la Universidad, y también se debe reconocer su voluntad personal, política e institucional para resolver las adversidades.

Autonomía sí, pero que sea a favor de que los actores políticos no se conviertan en cuerpo académico, ni que los altos grados académicos terminen por erigirse en políticos o mandos superiores del poder público.

Autonomía sí, pero que obligue a renunciar a cualquier conflicto de interés al interior del claustro académico, y no sean sus aulas el refugio de quienes ven aquí una colocación de empleos para los familiares, los amigos y los compromisos políticos desde la clase gobernante.

Autonomía sí, pero que se abandone esa insana relación con el poder público, que termina incluso por condecorar a los gobernadores en turno, por el simple hecho de componendas políticas que rebasan los méritos académicos.

Autonomía sí, pero que se traduzca en que ningún partido político se involucre en la toma de decisiones, y que ningún político incida en el acontecer universitario, cuyas acciones no tengan connotaciones partidistas.

Autonomía sí, pero con un impulso democrático en la elección de sus directores y sus rectores, para evitar la normalización de candidaturas únicas que remachan en la memoria de un partido hegemónico con decisiones unilaterales, y termina por confundir disciplina con complacencia e institucionalidad con obediencia de decisiones superiores.

Autonomía sí, pero que abone a la transparencia y a la rendición de cuentas, frente a conductas aisladas que han escandalizado a una institución en temas como la Estafa Maestra, y que hoy más que nunca está obligada por su naturaleza y vocación a recobrar un prestigio frente a la sociedad.

Autonomía sí, pero con reciprocidad hacia los académicos, administrativos y alumnos que forman parte de la disidencia o del disenso, donde el conflicto sea parte de la universalidad y no una herramienta de resolver enconos personales.

Autonomía sí, pero con respeto al sindicalismo independiente, y abandonar prácticas clientelares que pierden su esencia de defensa a los trabajadores: de administrativos y académicos, parte central de la Universidad.

Autonomía sí, pero como parte de abrir el diálogo y la participación de todos, y que ésta no se malentienda en sectores reducidos, de élites universitarias que han fustigado cualquier reforma que vaya en contra de la prevalencia de privilegios de unos cuantos.

Autonomía sí, pero no como parte de mantener el statu quo en acciones, estrategias y prácticas que no permiten romper inercias donde se necesita.

Autonomía sí, porque la Universidad no merece ser un reducto político de nadie, ni de los partidos ni de los poderes públicos. Autonomía sí, pero que se abra a nuevas reglas conforme a la apertura democrática del país y del estado.

Hoy se pide la participación activa de los egresados para defender la autonomía, pero de forma sistemática, en algunos espacios académicos, los egresados son desplazados para involucrarse en los temas de su Alma máter, ya sea en asuntos de investigación, academia o cualquier escenario en donde puedan aportar su experiencia y su trayectoria, a cambio de favorecer a egresados de otras instituciones académicas. Ese doble discurso de quienes buscan quedar bien con Dios y con el diablo.

El rector Alfredo Barrera merece un voto de confianza, porque lo que hoy sucede en la Universidad no es su responsabilidad absoluta. Pero particularmente que, con ese arrojo con que ha salido a defender a la Universidad, la defienda de quienes pretenden que sus intereses no se vean afectados.

El rector deberá asumir que el interés colectivo debe sobreponerse a cualquier interés personal o de grupo, ya sea que venga de afuera o se pretenda imponer desde adentro.

Es tiempo del rectorado actual, no de quienes ya ocuparon ese cargo, ni de los diputados ni del gobernador o exgobernadores. Autonomía sí, pero que sea una apuesta democrática para toda la comunidad universitaria. Ahí entonces, autonomía sí.

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