El Grupo Atlacomulco puede distinguirse a lo largo de las últimas siete décadas como parte de la élite política que ha ejercido el poder público, a través de una clase gobernante proveniente del municipio que da nombre al mismo.
En ese mítico y siempre desmentido Grupo Atlacomulco, se distingue unidad, sin embargo no se trata de un cuadro compacto. Entre sus integrantes confluyen intereses particulares, donde inciden de forma muy especial los exmandatarios mexiquenses, quienes a pesar de sus diferencias siempre han logrado sobreponer los intereses del grupo para mantener, conservar y preservar el bastión electoral de mayor peso político en el país: el Estado de México.
Ayer, fue evidente el distanciamiento existente entre el exgobernador Alfredo del Mazo González con otro par de exmandatarios, Emilio Chuayffet y Arturo Montiel. Hace ya seis años, el arropo montielista resultó fundamental para desplazar la candidatura delmacista a favor de Eruviel Ávila. A la distancia, con Del Mazo ungido como abanderado priísta, la ecuación supone una derrota para el grupo político de Montiel, quien ha buscado acomodo en el equipo de Alfredo.
En el libro intitulado Arturo Montiel Desde Atlacomulco, publicado en 2011, Montiel relata su ascenso político en el mandato de Jorge Jiménez Cantú, de la mano de su tutor político, Juan Monroy Pérez. En el mismo, advierte su defenestración política a lo largo del sexenio de Alfredo del Mazo González, de donde surge su animadversión con el exgobernador y padre del hoy candidato.
El propio Montiel, asegura en dicha publicación, que su regreso a la política mexiquense fue posible hasta el mandato de Ignacio Pichardo, ahora junto con el hankista Humberto Lira Mora, lo que fue determinante para alcanzar la gubernatura mexiquense años más tarde. Sin embargo, Montiel y Del Mazo nunca remediaron sus diferencias políticas o desaveniencias personales.
A la muerte de Hank González, y siendo gobernador del Estado de México, Arturo Montiel asumió un liderazgo que le posibilitó incidir en las candidaturas de Enrique Peña y Eruviel Ávila en 2005 y 2011, respectivamente.
En 2003, Arturo Montiel favoreció a Alfredo del Mazo, quien se convirtió en diputado federal. No obstante, a la defenestración de Elba Esther Gordillo de la coordinación de la bancada priísta y el ascenso de Emilio Chuayffet, Del Mazo solicitó licencia a la curul federal, dejando de manifiesto su inconformidad con Montiel y Chuayffet, en diferendos que hasta ahora permanecen vigentes.
Ayer, durante la toma de protesta de Alfredo del Mazo como candidato del PRI a gobernador, fue evidente la fría relación entre Montiel y Chuayffet con el padre del candidato. No obstante, lo que resultará fundamental será su connivencia para conservar, mantener, preservar, y por supuesto, compartir el ejercicio del poder público entre los factores de decisión del Grupo Atlacomulco.
Como en toda élite política, en Atlacomulco se advierte la necesaria conservación del poder a través de lazos familiares. Alfredo del Mazo Maza simboliza la versión más acabada de la dinastocracia dispuesta a tener al tercer gobernador del mismo nombre, y en una línea sanguínea directa, indivisible e innegable.
Hace seis años, a pesar de su inconformidad, el exgobernador Alfredo del Mazo González dio un espaldarazo al entonces candidato Eruviel Ávila en un mitin en Huixquilucan, cuando Del Mazo Maza era alcalde de ese municipio. En esa lógica, Montiel y Chuayffet deberán sumarse a la candidatura delmacista, en la medida en que sus propios grupos políticos se sientan integrados en el equipo de campaña del heredero del Grupo Atlacomulco.
La élite gobernante conoce las reglas no escritas, a pesar de sus diferencias particulares pero con un objetivo común: mantener el poder político.
