Toluca, Edomex. 24 de agosto de 2018.- Si las cuotas partidistas siguen imperando en la toma de decisiones de la Legislatura del Estado de México para designar cargos de órganos autónomos, Morena podrá frotarse las manos para los próximos tres años y abarcar con sus piezas políticas todos los puestos por repartir; el PRI deberá resignarse a quedarse con las migajas que siempre concedió a la «chiquillada»; y el gobernador Alfredo Del Mazo deberá encontrar condiciones que le permitan mantener al priísmo un equilibrio con sus personeros afines en los órganos electorales, jurisdiccionales, administrativos, legislativos, de transparencia, derechos humanos, anticorrupción y los que se acumulen.
Ayer, en un último albazo de la actual Legislatura Estatal, todavía con una dominancia priísta, decidieron elegir al comisionado de Instituto de Transparencia que se mantenía vacante desde hace meses. El PRIAN se decantó a favor del exdiputado panista Gustavo Parra, en una confirmación de una alianza político – legislativa de lo que está por venir para generar un contrapeso al morenaje. Los legisladores volvieron a caer en la tentación de repartir cargos de órganos autónomos conforme al peso electoral que cada partido tiene como representación en el Congreso mexiquense. En esa lógica, el PRI perderá también muchas de las posiciones políticas que por antonomasia ha logrado imponer desde el Poder Legislativo; y que de facto ahora le tocará repartir a Morena y sus aliados electorales del PES y el PT.
Durante las últimas dos décadas, PRI, PAN y PRD se repartieron la asignación de consejeros electorales, magistrados, comisionados de transparencias, cargos de órganos legislativos y demás posiciones de poder bajo una lógica partidista. Siempre se impusieron los cotos de poder y las componendas políticas, bajo el imperio del conflicto de interés y la impunidad complaciente que favorece a las élites políticas y económicas. Ayer, en un proceso acelerado dieron la última estocada antes de pasar la estafeta a una legislatura opositora. Gustavo Parra, nuevo comisionado de Transparencia es un personero del poder, identificado con el régimen prianista. Su esposa fue candidata a senadora, y como legisladora local prefirió pedir licencia, antes que votar por su propio esposo en la repartición de puestos.
Ahora bien, si Morena logra ir contracorriente a los usos y costumbres de la «mafia del poder» -según el discurso lopezobradorista-, deberá entender que la designación de cargos que corresponda a la Legislatura Estatal para los próximos tres años no puede estar sujeto a cuotas partidistas; y debe abrir los procesos de selección al pueblo que «nunca se equivoca». En cualquier escenario, el priísmo sale perdiendo ante la imposibilidad de proponer, conceder votar e imponer a personajes vinculados con el régimen y el partido en el poder. Y pese a las alianzas que pueda forjar el PRI con PAN y PRD al interior del Poder Legislativo, serán una minoría insolente frente al Morenaje y sus aliados electorales, que han alcanzado la mayoría simple desde las urnas.
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No entienden que no entienden. La obsesión de poder y protagonismo personal no abandona a la clase gobernante priísta. A pesar de la minibancada que se integrará a San Lázaro, la todavía senadora, Ana Lilia Herrera Anzaldo presume entre sus afines, su reciente designación como vicecoordinadora de un puñado de diputados federales mexiquenses que sentados a la mesa parecen la alineación de un equipo de béisbol. Su toma de decisiones o incidencia política en un congreso de 500 legisladores federales realmente parece insignificante. Pese a todo, Ana Lilia sigue soñando con la gubernatura dentro de cinco años, brincándose las formas hacia el primer priísta del Estado.
Lo cierto es que Herrera será un contrapeso al propio Ernesto Nemer -designado en la víspera coordinador de los diputados federales mexiquenses-. Ana Lilia, junto a Cruz Roa, representarán los intereses del canciller Luis Videgaray y del exgobenador Eruviel Ávila. Mientras que Nemer, arropado por Luis Miranda, defenderán los intereses delmacistas. Lo inexplicable es que al interior de una bancada tan reducida, y cuyos márgenes de maniobra serán extremadamente limitados, los priístas jueguen a las vencidas por sus rencillas particulares y diferencias personales.
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