Toluca, Edomex. 21 de octubre de 2016.- Luis Miranda y Francisco Guzmán son los hombres que han tomado absoluta relevancia en el proceso sucesorio del Estado de México. El primero, en su calidad de secretario de Desarrollo Social y uno de los hombres más cercanos a Peña Nieto. El segundo, como jefe de oficina de Presidencia y responsable político del Estado de México para Los Pinos. Su presencia en la entidad mexiquense se ha intensificado en las últimas semanas, y hay quien asume que son parte de la baraja de aspirantes priístas.
Lo cierto es que tanto Miranda y Guzmán pueden no ser parte de esos precandidatos a la gubernatura. Pero sí serán hombres clave en la toma de decisiones que asuma la figura presidencial para definir al candidato. Son los oídos y la voz consejera más cercana y frecuente al presidente. Como pocos, Miranda y Guzmán conocen los intereses políticos de los diferentes grupos políticos que conforman el Estado de México. Ambos, pretenderán influir a favor de sus propios intereses en el ungimiento del abanderado priísta.
La influencia que han asumido Miranda y Guzmán en las últimas semanas acerca de la elección en el Estado de México, advierte que el gabinete de Eruviel se ha desdibujado. Los aspirantes a la candidatura priísta que forman parte del gobierno mexiquense han sido desplazados por el gabinete presidencial. De ahí, la estrategia de Eruviel por nombrar un jefe de oficina de la gubernatura, para retomar parte de la toma de decisiones. Eruviel debe al menos, asegurar la viabilidad de su futuro, tras su mandato que concluye en septiembre próximo.
El nombramiento de Erasto Martínez como jefe de oficina de la gubernatura representa un duro golpe para José Manzur Quiroga. A lo largo de los últimos dos años, Pepe asumió un papel de jefe de gabinete, cuyas funciones ahora deberá ejercer Erasto desde su nuevo encargo público. Le habilitarán una oficina contigua a Eruviel Ávila para demostrar que la forma es fondo. Erasto fue, es y será el hombre más cercano a Eruviel. En el balance, el ajuste de Erasto deberá tener repercusiones sucesorias. Al tiempo.
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En Javier Duarte, el gobierno de Enrique Peña, había encontrado el chivo expiatorio ideal para enarbolar el discurso contra la corrupción, y superar el desgaste que le sigue representando el caso de la Casa Blanca. El exgobernador veracruzano, era la oportunidad para asumir los costos políticos del priísmo y dar un mensaje de abatir la impunidad. Hoy, la fuga de Duarte para evadir la justicia, anticipa que un grupo minúsculo de la clase gobernante le está otorgando una perniciosa protección.
Emilio Gamboa, uno de los principales aliados políticos del gobernador, Eruviel Ávila, ha saltado entre la opinión pública como uno de los principales defensores de la causa Duarte en las últimas semanas. En el colmo, Gamboa es señalado como responsable de ayudar al escape de Duarte para evitar ser detenido. En su defensa, el veracruzano ha tratado de resaltar el apoyo político, económico, humano y electoral que otorgó al peñismo en los comicios presidenciales de 2012.
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