Toluca, Edomex. 21 de agosto de 2018.- Enrique Peña tiene por delante, en los próximos quince días, la promoción y difusión de su sexto informe de gobierno. El ocaso del gobierno vinculado al Grupo Atlacomulco concluye en el ostracismo de la corrupción y el descrédito. A la desaprobación social, se suma un rebase de la agenda pública por parte del presidente electo, Andrés Manuel López Obrador. El peñismo tiene una última oportunidad por generar un mejor balance de su administración. La pobreza, la inseguridad, el desempleo y la impunidad han marcado a un sexenio lacerante en todos los indicadores.
Las elecciones recientes son el reflejo de la percepción social. El hartazgo de los votantes al regreso del PRI. El gobierno de Peña Nieto reprobó hasta en su máximo bastión electoral: Atlacomulco. Los errores del sexenio se reducen a una incapacidad por comunicar los alcances del gobierno; y la insensibilidad por castigar los excesos de su gabinete. El peñismo se resume en el conflicto de interés y el influyentismo. La apuesta siempre fue el olvido a sus exabruptos, pero en el balance final, lo que se obtuvo fue un gobierno para el olvido.
Ayer, inició formalmente la transición entre el gobierno saliente de Peña Nieto, y el gobierno entrante de López Obrador. El presidente electo abrió una tregua, para que Peña Nieto rinda su sexto informe de gobierno. La agenda pública de los últimos 50 días ha sido acaparada por Andrés Manuel. Pero en un pacto solidario, concederá 15 días de protagonismo al presidente saliente. Vendrá una cascada de spots, entrevistas oficialistas y un último mensaje político que pretenda reivindicar al Grupo Atlacomulco y su estancia en Los Pinos.
La discrepancia entre Peña Nieto y Andrés Manuel resulta inocultable. La reforma educativa impulsada por el actual gobierno, será letra muerta a partir del año entrante. El aeropuerto que construye el peñismo; pende de una consulta ciudadana con López Obrador. El primero eliminó la Secretaría de Seguridad; el segundo la resucitará al entrar en funciones. Sólo en algo se han puesto de acuerdo, lo mejor que puede suceder para ambos, es que ya finalice el sexenio.
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Eruviel Ávila no tendrá un ápice de protagonismo en la próxima minibancada senatorial del PRI. A la designación de Miguel Ángel Osorio Chong como coordinador de la fracción priísta, se debe sumar el enclave que representará Vanessa Rubio con el grupo de Luis Videgaray. El exgobernador mexiquense ha afianzado su capital político de la mano del canciller. Sin embargo, será Vanessa quien encabece los intereses del ITAM en la sede senatorial. Eruviel es visto con recelo por Osorio Chong, ante sus diferencias con Luis Miranda; y ahora, ha sido desplazado por Rubio al interior de la tecnobancada.
Vanessa es la mujer más influyente en el círculo cercano del excandidato presidencial, José Antonio Meade, quien ahora tendrá amplio margen de maniobra para cobrar factura de su derrota. Rubio será quien marque la agenda económica al interior del Senado. Y se convertirá en contrapeso, al interior de la misma bancada, hacia el grupo político de Osorio. Eruviel, pasará lista, votará junto con los senadores priístas, y no tendrá de qué preocuparse en los próximos seis años.
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