Toluca, Edomex. 19 de julio de 2017.- Faltan seis meses para que el priísmo nacional tome definiciones respecto de la candidatura presidencial, sin embargo, desde ahora los grupos de poder en el Estado de México han comenzado a tomar definiciones respecto de sus afectos entre los aspirantes. La reunión que convocó a políticos del Valle de Toluca para arropar al secretario de Salud, José Narro Robles así lo pone de manifiesto. Desde ahora, se advierte que los precandidatos pretenden incidir en la clase gobernante más influyente del país, en la tierra natal del presidente Peña Nieto.
Queda claro que Eruviel Ávila no cuenta con el respaldo del Grupo Atlacomulco y de los llamados “tolucos” en su aspiración presidencial. Ni siquiera su delfín electoral en los pasados comicios mexiquenses lo apoyan. Ana Lilia Herrera resultó tener una memoria de muy corto plazo. La exsecretaria de Educación asistió al arropo con Narro, mientras Eruviel hace hasta lo imposible por meterse en la carrera presidencial, en la que parece haberse rezagado.
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José Narro es un hombre vinculado al mundo académico e intelectual, aunque su carrera política siempre ha respondido a los intereses del poder político. Su ascenso al poder universitario se dio bajo el rectorado del finado Jorge Carpizo MacGregor. En lo político trabajó muy de cerca a Ernesto Zedillo. Su regreso al mundo universitario fue a través de Juan Ramón de la Fuente. Hace poco más de un año funge como secretario de Salud, y desde hace seis meses su nombre ha emergido como el “caballo negro” de la candidatura presidencial priísta.
La candidatura presidencial de Narro apuesta a arrebatarle votos al mundo intelectual y de izquierda que apoya a López Obrador. La formación de Narro en la universidad pública permite su acercamiento con sectores distanciados del priísmo desde hace cuatro décadas. En resumen, José Narro simboliza el regreso del grupo UNAM a las altas esferas del poder donde se identificaban expresidentes como Díaz Ordaz, Echeverría, López Portillo y De la Madrid. El exrector de la UNAM implicaría pues, un desplazamiento a la tecnocracia y al grupo itamita que domina la toma de decisiones del poder público.
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La baraja de precandidatos priístas sigue siendo amplia. Nadie descarta aún la posible candidatura de Luis Videgaray, quien tiene como plan B respaldar incesantemente a su compañero universitario José Antonio Meade. Esa es la apuesta de la tecnocracia, que conlleva incluso un guiño a amplios sectores del panismo. Videgaray y Meade trabajan en ese esfuerzo. Si las cosas se complican aún más, detrás suyo todavía corre Aurelio Nuño, quien debe su acercamiento con Peña Nieto al propio Videgaray.
En esa posibilidad, nadie olvide al candidato natural de la vieja usanza priísta, el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong. Un compañero de juergas de Peña Nieto, desde los tiempos en que ambos eran gobernadores. Osorio cuenta con los afectos del primer “compadre” del país, Luis Miranda Nava. Y así sucesivamente, todos los aspirantes buscan respaldos, particularmente de la clase política del Estado de México.
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