Toluca, Edomex. 03 de mayo de 2017.- Este martes se cumplen once años de la reyerta entre ejidatarios de San Salvador Atenco con policías federales y estatales en Texcoco. La mayor afrenta que recayó sobre el mandato de Enrique Peña Nieto como gobernador, y que lo persiguió hasta su visita a la Universidad Iberoamericana en 2012. Los agravios sin resolver todavía retumban en la memoria de dos jóvenes fallecidos: uno a causa de un impacto de arma de fuego, y otro más por un proyectil de gas lacrimógeno. Una decena de mujeres vejadas sexualmente sin que haya un solo policía castigado.
A la distancia, en Texcoco la voluntad política de Peña Nieto ha impuesto la decisión de construir un aeropuerto pese al rechazo de campesinos. En una de las mayores apuestas de infraestructura, desde el gobierno del panista Felipe Calderón se fueron comprando hectáreas de tierra suficientes para construir el aeropuerto con mínimas resistencias. A la suma de ultrajes, no sobra decir que Ignacio del Valle y otros dos líderes del movimiento permanecieron encarcelados por más de cuatro años. Fueron presos políticos en la cárcel de máxima seguridad de Almoloya sin una reparación del daño.
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Promesas van y vienen. Un gobierno concluye y otro está por comenzar. Sin embargo, hasta ahora los candidatos a la gubernatura han sido omisos, por no decir que ominosos en construir promesas para los pueblos originarios. Entre la clase gobernante, los pueblos originarios sirven para vestir de colorido sus eventos oficiales y maquillar de inclusión sus políticas públicas. Lo cierto es que no hay un respeto a la autonomía de etnias indígenas ni mucho menos una visión de futuro que aliente su desarrollo e inclusión.
Hasta ahora, Del Mazo, Josefina y Delfina han colmado sus eventos políticos de mero folclor nacional e idiosincrasia autóctona, cuando de pueblos originarios se habla. Han tenido encuentros que legitiman su andar en la campaña electoral. Pocas ideas dedicadas a la conservación de lenguas originarias, y escasa adaptación hacia su cosmogonía. Los usos y costumbres víctimas de la visión occidental de la modernización.
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La campaña de Josefina apuntala a la presencia de Felipe Calderón y Margarita Zavala para repuntar, y meterse de nuevo en competencia. El panismo vencedor del año pasado que se impuso contra todos los pronósticos, en el Estado de México apuesta a derrotar las encuestas. La presencia de Ricardo Anaya también fortalece el proselitismo de Josefina. Curiosamente el único que no pisa suelo mexiquense, es el exgobernador poblano, Rafael Moreno Valle, que apoyaba decididamente a Ulises Ramírez, y a quien se ha visto cercano a Higinio Martínez en la víspera electoral.
Delfina avanza a paso firme. Desde su promoción electoral digital, Andrés Manuel López Obrador ya convocó a panistas y perredistas a votar a favor de Delfina, como la única opción de vencer al régimen. Por si fuera poco, López Obrador la oferta como la única posibilidad de generar una nueva forma de gobierno. Los demás, insiste, son más de lo mismo.
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