Toluca, Edomex. 02 de enero de 2017.- La indefendible alza al precio de la gasolina podría dominar en gran medida el discurso político de la campaña electoral en el Estado de México. Por más explicaciones y justificaciones que vayan de un lado a otro, el golpe severo al bolsillo de los mexicanos, -y de los mexiquenses en lo particular-, se podría manifestar en contra del partido en el poder en las urnas. La medida económica tiene preocupados a los estrategas electorales desde Los Pinos hasta quienes despachan en Toluca.
Está claro que panistas y perredistas sabían de las consecuencias severas del Pacto por México, y hoy sólo buscan un provecho político de corto plazo. No hay credibilidad en las posturas de PAN y PRD, cuando con prontitud respaldaron una a una las reformas peñistas. El modelo neoliberal no ha cambiado un ápice desde la política económica de 1982 a la fecha. A pesar de las crisis económicas y de los fracasos institucionales, las reformas respaldan el modelo aplicado en la privatización de empresas paraestatales que nunca han redundado ni en un mejor servicio ni en mejores precios para el consumidor. Es el turno de las gasolinas.
Ese mismo esquema que ha profundizado la polarización social, es empujado por un grupo de economistas, no necesariamente por un partido político. En ese puñado de tecnócratas se debe ubicar a Pedro Aspe, Jaime Serra Puche, Francisco Gil Díaz, Agustín Carstens, Ernesto Cordero, José Antonio Meade y Luis Videgaray. Los ideólogos de las reformas salinistas, zedillistas, foxistas, calderonistas y peñistas son los responsables de una condición económica que parece no resistir más. El descontento social ha alcanzado ya niveles de hartazgo. Sólo basta esperar las mediciones de desaprobación del actual gobierno de los meses de febrero y marzo para sopesar el costo de las reformas.
Por más que insista, Peña Nieto dice no gobernar para mantener su popularidad, sin embargo, es una circunstancia que le preocupa, y por la que se esfuerza fallidamente para subir su aprobación. De eso depende su futuro político, y la permanencia en el poder de su partido. Primero, juega el Estado de México. Y después, deberá pensar en la simbólica elección presidencial. Tanto tiempo le llevó al Grupo Atlacomulco poner a uno de los suyos en Los Pinos, pero el escenario pinta para entregar el poder en diciembre de 2018.
Mientras en Los Pinos están ocupados de cómo sortear el incremento al costo de las gasolinas, hay aspirantes priístas obsesionados en convertirse en candidatos a gobernador. Brotan los espectaculares que promocionan su imagen, difunden por redes sociales cualquier pretexto de posicionamiento, y han lacerado las reglas no escritas. La decisión aún no está tomada, pero la definición del candidato se dará a conocer en un plazo de veinte días. Quizá esa sea la razón por la que muchos han apostado a la desesperación por ser elegido.
Eruviel se encuentra rebasado desde hace cinco meses. Ni siquiera en la difusión de su quinto informe de gobierno pudo capitalizar su proyecto político. Hace unas semanas lo reconoció públicamente, la pleitesía política vendrá sobre el próximo candidato priísta. Sin embargo, el mandatario estatal ha perdido el control desde hace mucho, fomentado por sus más cercanos colaboradores.
Comentarios a contacto@www.planamayor.com.mx
