Toluca, Edomex. 01 de mayo de 2019.- La dinastocracia sindical puede ser más perniciosa que la dinastocracia política. Los nuevos tiempos deben asumir dos premisas: ni las posiciones sindicales ni las políticas son parte de una herencia. A propósito del Día Internacional del Trabajo, la defensa de los derechos laborales debe ser una encomienda a favor de la clase trabajadora, pero aquí únicamente funciona para beneficio de los líderes gremiales de un voto corporativo que simplemente ya no existe.
En las pasadas elecciones, cuando el PRI postuló por segunda ocasión a Rocío Díaz Montoya a la alcaldía de Tecámac, el sindicalismo jugó a ganar perdiendo. A través del sindicato obrero de la CTC -creado en la gubernatura de Carlos Hank González-, se impuso como candidato a regidor a Abel Domínguez Izar, nieto del líder vitalicio Abel Domínguez Rivero. Pese a la derrota priísta, Domínguez Izar se coló para formar parte del cabildo que encabeza la morenista, Mariela Gutiérrez. Sus méritos: los vínculos sanguíneos que no dan votos, pero sí candidaturas.
Lo cierto es que, los Domínguez han acentuado un cacicazgo político en la zona donde próximamente se planea construir el aeropuerto de Santa Lucía. Entre 2006 y 2018, los primos Raúl Domínguez Rex y Abel Domínguez Azuz se han repartido puestos como diputado federal, local y alcalde, en Tecámac y Zumpango. Ahora que venía la debacle priísta, optaron por apoyar al menor de los Domínguez, como regidor en una apuesta catastrófica pero que beneficiará a su familia, heredera del sindicato y también del poder político.
Sobra decirlo, la CTC sólo ha conocido un liderazgo sindical por más de 40 años: la familia Domínguez que asume que es un negocio dinástico, que puede trascender de generación en generación, para vivir de las cuotas patronales a costa del esfuerzo de una clase trabajadora mal pagada. Es deseable que la reforma laboral, recién aprobada en el Congreso de la Unión acabe con los excesos y los abusos de un sindicalismo que apabulla a los obreros; y además de los beneficios económicos, alcanza canonjías políticas inaceptables.
No son los únicos. En la acera de enfrente, desde la CTM levanta la mano Armando Neyra, con apenas la primaria concluida y siete veces diputado federal en poco más de 35 años. En el sexenio peñista fue senador. Los derechos de la clase obrera es un pretexto, para canjear sus prebendas personales y partidistas. Y su descendencia controla sindicatos, se reparte cargos públicos: lo mismo en órganos electorales que en dependencias mediáticas. Su fortuna, poco a poco se acerca al andamiaje de Morena, para adaptarse a las nuevas élites políticas.
Ya de paso, será menester voltear a ver a los sindicatos de burócratas y de maestros, que durante décadas han carecido de libertad, de democracia, de independencia, de toma de decisiones que favorezcan a sus agremiados. Y ha encumbrado a sus liderazgos como alcaldes, diputados federales y locales, como parte de un voto partidista, pero escasas ocasiones como una voz de sus agremiados.
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