Francisco Ledesma / Un cumpleaños, con poco que festejar
Toluca está por cumplir 500 años de existencia, con la firme necesidad de reivindicarse como la capital del Estado de México. Se trata de establecerse como el centro político de una de las entidades de mayor jerarquía económica y social a nivel país. Una ciudad que ha padecido abandono estructural, muy a pesar de que aquí, es lugar de origen y residencia de su clase gobernante.
Este fin de semana, oficialmente Toluca cumplirá 500 años, una fecha marcada en el calendario cívico para erigir la preponderancia de la ciudad desde tiempos de la colonia española. Lo cierto es que, durante las últimas décadas, la capital mexiquense parece haber dejado de ser una prioridad para las instituciones.
En lo político, Toluca experimentó su primera alternancia electoral hace 22 años. A lo largo de esas dos décadas, ha sido gobernada por tres alcaldes panistas, tres priístas y un morenista. Pero en todos, deja la sensación que la premisa es administrar la inercia de una ciudad que no está a la altura de otras capitales del país, con todo y los dos mil 660 metros sobre el nivel del mar.
El desdén a la capital del Estado de México es perceptible desde las altas esferas del poder. El priísta Arturo Montiel desdeñó a la ciudad, tras el triunfo de los panistas Juan Carlos Núñez y Armando Enríquez; a quienes negó incluso municipalizar la policía de tránsito. Su relación fue distante, ríspida.
Enrique Peña planteó incluso trasladar a Metepec una gran parte de las actividades de la burocracia estatal. Fue una consulta ciudadana, lo que hizo desistir al ideólogo Luis Videgaray, y construir un Parque Ambiental por encima de una ciudad administrativa, que pretendía desmantelar la sede de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, a la nueva residencia de las élites políticas.
Eruviel Ávila borró de un plumazo la hegemonía de la ciudad. Una y otra vez, quiso imponer a Ecatepec como la sede de los eventos cívicos más trascendentes. Celebró las fechas de mayor importancia en Texcoco, por su vecindad geográfica y por su afinidad política con quienes ahí habitan. Durante seis largos años, los toluqueños fueron olvidados de las actividades públicas.
Actualmente, Alfredo Del Mazo, quien nació en Toluca al igual que su padre; ha retomado a la capital como el núcleo político de su gobierno. Incluso, como parte del legado de su mandato, ha desarrollado la remodelación del Centro Histórico. Ahí, se incluye la construcción de un área ecológica y cultural a un costado del Cosmovitral que ha sustituido una plancha de concreto; y la rehabilitación de la Plaza de los Mártires, que pretende revitalizar el corazón de la ciudad y hacerlo un atractivo turístico, que vaya más allá de los portales.
Lo cierto es que, el rezago de la capital mexiquense se agudiza en las periferias. En la región norte, pareciera que el tiempo se ha detenido, particularmente en las comunidades de muy alta marginación, donde coincide que habitan pueblos originarios en extrema pobreza; y es que, los gobiernos locales sólo ocupan el financiamiento público y privado para enchular el centro de la ciudad, mientras el crecimiento urbano genera un colapso en la movilidad y los servicios públicos.
Toluca ha dejado de ser un lugar atractivo para vivir, estudiar, invertir o pasear; remplazado en el tiempo y espacio por ciudades como Naucalpan, Metepec, Huixquilucan, Tlalnepantla y Atizapán; y ello se refleja en la falta de proyectos urbanos y económicos de alta trascendencia.
La prioridad por encima de los festejos cívicos, sería reivindicarse como el centro político del Estado de México.
La tenebra
La malaria de la ciudad ha alcanzado incluso a su equipo de futbol, que suma doce años sin ganar un título de la liga mexicana. Han regresado los tiempos de pensar más en el fondo de la tabla, por encima del espejismo que les dio la década de los noventa y el inicio del siglo veintiuno.
