Francisco Ledesma / La vacuna que hace falta
A propósito de las campañas electorales ya en marcha, los votantes buscan una vacuna que permita recuperar la credibilidad en sus instituciones, partidos y candidatos, frente a una consolidada alternancia electoral que sólo ha representado el acomodo de las élites políticas en partidos de nueva creación y la reivindicación de una clase gobernante que busca recuperar lo perdido.
La incipiente democracia lastimada por los actores políticos de siempre, no ha representado en los hechos una mejora en los gobiernos nacionales o subnacionales del país; muy por el contrario, ha exhibido de forma reiterada los abusos y los excesos de quienes sólo se traspasan el ejercicio del poder público.
Un elector que resida en Metepec, enfrentará un gran dilema cuando en las urnas deba decidir sobre un par de opciones respecto de su próximo legislador federal: la priísta Ana Lilia Herrera, por un lado; y el petista Óscar González, del otro.
Ambos, buscan repetir en su encargo porque parece que, el largo tiempo que han tenido para legislar ha sido insuficiente, o bien, argumentan que, parte de la profesionalización parlamentaria transita por la elección consecutiva.
En el caso de Óscar González Yáñez, dueño de la franquicia del PT en el Estado de México, cumple su cuarto periodo legislativo en San Lázaro (1994, 2003, 2009, 2018), y de conseguir la victoria en junio próximo, alcanzaría un largo periodo de 15 años como legislador federal, y apenas la segunda por mayoría relativa. En los tres periodos previos entró como diputado plurinominal.
Por su parte, Ana Lilia Herrera cumple nueve años como parte de la Legislatura Federal (seis de senadora en el sexenio peñista, y tres de diputada plurinominal). Aunque vio interrumpida su trayectoria senatorial poco más de un año, cuando invitada por Eruviel Ávila persiguió fallidamente la candidatura a gobernadora, ahora pretende completar doce años como legisladora de ganar en junio.
De cada equipo de campaña, pueden surgir elementos para defender sus reiteradas postulaciones a lo largo de los últimos cinco lustros, pero la principal afrenta social frente al electorado -y al interior de sus propios partidos-, es la imposibilidad de una renovación generacional de la clase gobernante que se disputa las diputaciones y la alcaldía de Metepec, con los mismos de siempre.
El principal argumento son candidatos probados en las urnas. Lo cierto es que, difícilmente alguien más puede rebatir esa condición, porque simplemente no existen las posibilidades de esa renovación de cuadros políticos en las elecciones.
De ellos dos saldrá el vencedor, de eso no queda la menor duda, puesto que el resto de los contendientes tendrán una votación marginal e insuficiente.
Lo que ocurre en Metepec, es apenas una pincelada de la democracia mexiquense que enfrentarán los electores cuando decidan ir a las urnas, y votar eventualmente por el menos malo, sin grandes expectativas para su entorno.
Este mismo escenario de una clase gobernante suspendida en el tiempo, se repite en muchos otros distritos, y será un panorama sistemático por la forma en que se replicará en las elecciones locales: alcaldes y diputados estatales.
Por esa razón, la vacuna que hace falta para los votantes mexiquenses es aquella que les traiga de vuelta la confianza con sus instituciones, partidos, candidatos y elecciones, en las que tienen un margen de decisión muy reducido, ante una clase gobernante que se resiste al retiro, que obstaculiza la renovación de cuadros, de ideas, de discursos y de alternativas políticas.
La tenebra
Si van a buscar la elección por la diputación federal, que sea un proyecto de tres años, y no les ganen las ansías por el 2023.
