Francisco Ledesma / La sana distancia delmacista
Alfredo Del Mazo es un gobernador priísta que, sin enunciarlo en su discurso, ha mantenido una sana distancia de su partido en el ejercicio del poder, por lo que ha evitado combinar sus acciones de gobierno con su ascendencia partidista.
En su quehacer político, ha renunciado a replicar las prácticas de antaño que convertían al mandatario en turno, en un gobernante por las mañanas y un jefe de partido por las tardes. En la práctica, no tiene larga carrera partidista.
Su militancia es firme, por herencia familiar y le ha otorgado en una trayectoria meteórica tres cargos de elección popular en apenas diez años: presidente municipal de Huixquilucan, diputado federal y gobernador del Estado de México.
En su círculo más cercano, hay pocas pistas sobre hombres y mujeres identificados con una carrera en el tricolor. De su grupo político sólo se distingue a Miguel Ángel Torres, director general del DIFEM, como presidente interino de la organización priísta México Nuevo, y coordinador de varias campañas proselitistas en Toluca, pero sin cargo de elección en su trayectoria personal.
Del resto, no hay registro de militancia en la hoja de ruta del grupo delmacista; hasta la reciente elección de Elías Rescala como diputado de representación proporcional, y coordinador de la bancada del PRI en la Legislatura mexiquense.
Del total del gabinete, hay siete hombres y mujeres que han tenido cargos de elección: Ernesto Nemer, Martha Hilda González, Eric Sevilla, Marcela González Salas, Mercedes Colín, Francisco Fernández Clamont y Pablo Peralta. Mientras que otros nueve secretarios no han obtenido puestos en las urnas.
En conclusión, el círculo más cercano al titular del Poder Ejecutivo tiene una formación académica en escuelas privadas, y tienen poca pertenencia partidista.
En general, Del Mazo ha encomendado la responsabilidad del partido a hombres y mujeres que no son propiamente de su hechura política y cercanía personal.
En su ascenso a la gubernatura, el mandatario en turno dejó la dirección partidista en manos de Nemer, quien había sido su coordinador de campaña. El resultado fue catastrófico en la elección presidencial: el PRI local apenas ganó 21 municipios, tres diputaciones federales y una diputación local de mayoría.
A la mitad de su mandato, Del Mazo encomendó la dirección del partido a Alejandra del Moral, alguien que hasta ese momento no era identificada como parte de su círculo cercano, a quien conoció durante su campaña a la gubernatura, en su primera etapa como presidenta del PRI mexiquense.
El gobernador ha enfrentado una coyuntura electoral inédita, que lo ha llevado a reafirmar una coalición entre priístas y panistas, con un profundo pragmatismo que le permita una mayor gobernabilidad para el resto de su mandato.
No hay espacio es para la improvisación de las formas políticas. Formado desde la cuna, Del Mazo ha lanzado mensajes claros de que, en su condición de primer priísta es quien toma las decisiones en la vida interna del partido.
Desde ahora, se encamina a convertirse en el gran elector de la candidatura a la gubernatura mexiquense. Si bien, la unción del abanderado debe transitar por el consenso de los exmandatarios, hay una regla no escrita, la cual determina que el mandatario en turno tiene un derecho de veto entre los aspirantes.
Pese a la sana distancia, Alfredo Del Mazo apuesta sostenidamente por heredar el poder a otro priísta, y así, convertirse en uno de los pocos estados que sobreviven al huracán morenista que ha arrasado en 17 gubernaturas en los últimos tres años, o bien, pasar como un mandatario absolutamente demócrata.
La tenebra
Más allá del candidato o candidata, en cada sucesión de la gubernatura hay dos operadores políticos que son responsables de cada voto: el dirigente del PRI local y el coordinador de campaña; ambos nombrados por el ungido de las élites priístas. Y ahí, pueden designarse a quienes no hayan resultado ser candidatos.