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Juan Carlos Núñez Armas*

A punto de iniciar la LXV Legislatura, Ignacio Mier, coordinador de los diputados de Morena en San Lázaro, anunció la integración de la “superbancada” que incluirá a sus aliados del PT y PVEM, con la intención de conservar la Junta de Coordinación Política (Jucopo) y las principales comisiones del órgano legislativo. Mier acusa a sus opositores de chantajistas que buscan “moches y privilegios”, ante su reacción para mantener negociaciones por los espacios mencionados. Por otro lado, los integrantes de la coalición “Va por México” afirmaron que tendrán el primer y tercer año la Jucopo y reconocieron en Mier, capacidad de “dialogo para llegar a este momento”.

Creo que estas actitudes serán frecuentes a lo largo de la legislatura entrante. Así que, estimado/a lector/a, tómelo con calma y acostúmbrese. Quiero llamar su atención en que poco se ha dicho sobre el costo que representan los partidos más pequeños, no sólo financiera, sino políticamente, para “conformar estas mayorías”. Las negociaciones necesarias para llegar a esto seguirán en lo oscurito. Contrario a esta sinuosa y perversa situación, nuestro sistema democrático debe analizar en una amplia discusión la llamada segunda vuelta electoral.

Los argumentos en contra de esta figura suelen centrarse en que chocaría contra el sistema de representación mixta que tenemos, fomentaría el bipartidismo y disminuiría la pluralidad política. Pero también es cierto que ningún presidente/a o gobernador/a llegaría con más electores en su contra que a su favor, como ha ocurrido en los últimos 20 años, y obligaría a los punteros a negociar y hacer compromisos más allá de las coaliciones electorales que los impulsen, como lo ha señalado Luis Carlos Ugalde.

Vamos por partes. La segunda vuelta es un mecanismo electoral para conformar una mayoría absoluta. Es un proceso de ingeniería electoral para cumplir objetivos político electorales y constitucionales. Esta figura puede fortalecer aún más la partidocracia e incluso sustituir la democracia participativa, según lo ha mencionado José Francisco de Andrea Sánchez, investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas del UNAM. Ahora, ¿se reconoce su utilidad de la representación que tenemos?, porque una gran mayoría estamos insatisfechos. Y es, precisamente éste, el punto a considerar.

El objetivo de la segunda vuelta es aportar una mayoría robusta, ciertamente se corre el riesgo de pagar el precio de las componendas, pero es preferible saberlo de manera transparente. Tener claro cuáles son esos arreglos y negociaciones interpartidistas es una de sus fortalezas y debe considerarse para alcanzar esta condición. Adicionalmente, hay que aceptar que no existen sistemas políticos estables, racionales, pacíficos y electoralmente eficaces según los ejemplos de Ecuador, Perú y Brasil.

Así, José Francisco de Andrea, señala algunas ventajas de la segunda vuelta: promueve la gobernabilidad, aporta una mayor estabilidad política y económica, evita pugnas políticas con una mayoría endeble y la principal, diría yo, es que promueve una mayor cultura política. Las/os ciudadanas/os tendríamos que conocer de cálculos de escenarios, encuestas y sondeos; compenetrarnos con las plataformas electorales, conocer las consecuencias de alianzas políticas y distinguir lo más conveniente para el país.

Desde luego, también hay desventajas: podría distorsionar la original voluntad popular, prolongar los lapsos de incertidumbre que generan las impugnaciones del proceso en tribunales y encontrar sorpresas electorales, el costo económico se incrementa, discrimina a los partidos minoritarios y, como dice María Amparo Casar, podría ser un espejismo, por ejemplo, respecto al momento en que se eligen los plurinominales.

Sin embargo, es importante considerar que una segunda vuelta en los poderes ejecutivos estatales y federal tendría como beneficio obtener respaldo en sus respectivas cámaras además de que incentivarían a los más fuertes; transparentarían el proceso de negociaciones; generarían un voto más reflexivo, partiendo de que, si la primera elección el voto es de corazón, en la segunda vuelta el voto obedece de razón, según dice la Dra. María Amparo Casar, y tendríamos un sistema más contundente por cerrado que éste sea.

Ahora que se presentan las intenciones de reformas electorales, considero que debería introducirse en el debate, en las legislaturas, lo conveniente del sistema de “balotaje”, como también se suele llamar a la segunda vuelta, por su origen francés. La necesidad de una mayor y mejor cultura política, además de transparentar los acuerdos en lo oscurito, son más que suficientes para que avancemos en la implementación de este sistema, reitero, exclusivamente para los ejecutivos estatales y nacional.

*El autor es Maestro en Administración Pública y Política Pública por ITESM. Y Máster en Comunicación y Marketing Político por la UNIR.

Twitter @juancarlosMX17

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