La clase gobernante del Estado de México, la cual hoy despacha desde Los Pinos, acudirá a las urnas en un plazo de doce meses, en una especie de plebiscito para ratificar el poder que han ejercido bajo la figura priísta desde hace 77 años, y como Grupo Atlacomulco desde el ascenso al poder de Isidro Fabela en 1943.
En la tierra natal del peñismo, la afrenta es compleja para la oposición siempre disminuida, acotada y plegada a las estructuras de poder para mantener el establishment, lo que significa incluso la permanencia del priísmo en la cúspide.
En la toma de decisiones, lo que sigue para el PRI mexiquense es el ungimiento de quien representará a la élite política dominante, hegemónica y longeva, del hoy influyente y omnipresente Grupo Atlacomulco, que implica concitar intereses de exgobernadores, la élite empresarial, social y hasta religiosa.
En tanto, la oposición enfrenta un desafío mayúsculo para volverse competitiva ante la maquinaria electoral más apabullante del país. En la última elección de gobernador, Eruviel se impuso con una ventaja de 3 a 1 frente al más cercano competidor, el perredista Alejandro Encinas; y de 6 a 1 ante el panista Luis Felipe Bravo Mena, que ni en alianza opositora le habrían quitado el aliento.
El PAN y el PRD, tras los comicios de ayer domingo, están ciertos de que para lograr una elección competitiva deberán avanzar en coalición, bajo una candidatura robusta, de amplia personalización en la campaña de aire y de amplia eficiencia en la campaña de tierra. El argumento parece simple: arrebatar el poder político al priísmo que aquí gobierna hace casi ocho décadas, el cual bajo la complicidad del poder y del dinero, logró asumir la presidencia de México.
Un factor adicional a considerar es el papel que pueda desempeñar el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), que parece ya tener candidata en la figura de Yeidckol Polevnsky, quien ya buscó la gubernatura en 2005, donde fue derrotada por Peña Nieto. En la medida que Morena crezca, el PRI tendrá más posibilidades de retener el poder, sus privilegios y sus canonjías. De esa forma, el voto opositor se divide, se pulveriza y se imponen las estructuras.
En resumen, la única condición que podría contener al priísmo mexiquense sería configurar una alianza opositora, particularmente viable entre PAN y PRD, que hoy gobiernan municipios de amplia población como Nezahualcóyotl, Valle de Chalco, Naucalpan y Huixquilucan, que podrían ser decisorios en una elección.
El priísmo, por su parte, enfrenta una de sus mayores crisis ante una creciente y preocupante caída en las preferencias electorales, lo que obligará a que la selección del próximo candidato a gobernador en la entidad, sea una valoración con mayores consideraciones técnicas, políticas y hasta personales que cualquier otra, en el actual sexenio peñista, que buscará cuidar agudamente el proceso.
Con los resultados de 2016 sobre la mesa, se ha abierto extraoficialmente el proceso electoral del Estado de México, el preámbulo de la sucesión presidencial, donde el priísmo podrá enmendar lo sufrido en las últimas horas; o bien la oposición dará pasos agigantados para sacar de nueva cuenta al PRI de Los Pinos, en cuya ruta la escala en el Estado de México es obligada y determinante.