El Centralismo
Francisco Ledesma
La declinación del gobernador de Jalisco, Emilio González Márquez, dentro del proceso interno del PAN por la Presidencia de la República, puso de manifiesto el centralismo que en política nos aqueja, que tiene como consecuencia que las grandes decisiones de poder se tomen en el centro del país y el desarrollo del mismo se ubique sólo en esa región geográfica. Esa circunstancia se demuestra cuando se revisa a los 7 precandidatos que permanecen con vida en la carrera presidencial de 2012.
En la izquierda, por ejemplo, sus precandidatos tienen su fuerza en ser o haber sido jefe de gobierno del Distrito Federal. Centro político y económico del país, y por si fuera poco entre la capital del país y el Estado de México suman más de 15 millones de electores, la cifra mágica con la que Felipe Calderón se alzó con el suspicaz triunfo comicial de 2006 pero con la totalidad de sufragios de las 31 entidades y el Distrito Federal.
Marcelo Ebrard, nacido en el Distrito Federal, siempre ha vivido en las grandes ligas de la política -desde los tiempos del salinismo-, cuando su tutor Manuel Camacho era regente capitalino, y Marcelo se desempeñaba como secretario de gobierno. Más tarde, como diputado federal del PVEM. Y en 2000, buscó la jefatura capitalina, bajo la bandera del desaparecido PCD -fundado por Camacho Solís-. Desde 2006, ganó la alcaldía del Distrito Federal con las siglas del PRD, y ya se encuentra en la antesala de la contienda presidencial.
López Obrador comenzó su carrera política en su natal Tabasco, enfundado en el hegemónico priísmo. Fundó el PRD al lado de la disidencia encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo. Pero su carrera política catapultó cuando se manifestó en el Distrito Federal en 1995, para denunciar un fraude electoral en su estado natal, cuando fue derrotado por el priísta Roberto Madrazo -amparado en un derroche de recursos-. En adelante, López Obrador se asentó en el Distrito Federal para convertirse en dirigente nacional del PRD. En 2000, fue Jefe de Gobierno del Distrito Federal y se convirtió en el líder de izquierda más popular de las últimas dos décadas.
En la derecha, las cosas no varían demasiado. El capitalino Santiago Creel desarrolló por décadas una carrera como litigante. Su incursión política se da como consejero electoral del IFE. Más tarde se enlista como diputado federal del PAN. En 2000, compite palmo a palmo la jefatura de gobierno del DF, cuya victoria obtiene López Obrador. En ese mismo año, Creel es nombrado como el primer secretario de Gobernación panista. Para 2005, busca la candidatura presidencial de su partido, y sucumbe frente a Felipe Calderón. Desde 2006 se convierte en Senador de la República. Y de nueva cuenta busca la nominación panista a Los Pinos. Toda su carrera política hecha en el Distrito Federal.
Josefina Vázquez Mota tuvo su primer acercamiento político en Guanajuato -con el ex gobernador Carlos Medina Plascencia-. Ella entonces conferencista motivacional, es invitada por Medina a participar en política. En 2000 resulta electa diputada federal plurinominal, cargo que ocupa por cuatro meses, para ocupar en diciembre de ese año la titularidad de la Secretaría de Desarrollo Social. En 2005 se incorpora como coordinadora de campaña de Felipe Calderón. Para 2006 es designada secretaria de Educación Pública. En tanto, que en 2009 es electa diputada federal y es nombrada coordinadora del Grupo Parlamentario del PAN. Desde San Lázaro tejió fino para su interés presidencial.
El ex secretario de Hacienda Ernesto Cordero debió ser el Plan B de Felipe Calderón. En su delfín original se contaba el nombre de Juan Camilo Mouriño, extinto en misterioso avionazo. Tras la muerte de Mouriño, Cordero se volvió en opción del calderonismo para el proceso sucesorio. Cordero trabajó al lado de Calderón desde Banobras, la Secretaría de Energía, la candidatura presidencial. Y ya durante el actual sexenio fue subsecretario de Hacienda; secretario de Desarrollo Social, y en la víspera titular de Hacienda y Crédito Público. El escaparate que proporciona el gobierno federal y la capital del país, lo mantienen vigente en la contienda electoral.
Del lado priísta, las cosas no pintan muy distinto. Manlio Fabio Beltrones alcanzó notoriedad política desde el centro del país. Durante el sexenio salinista, como subsecretario de Gobernación al lado de Fernando Gutiérrez Barrios. Ese cargo lo catapultó para convertirse en gobernador de su natal Sonora. Tras el asesinato de Luis Donaldo Colosio; Beltrones se volvió en opción de reemplazo -sitio que finalmente ocupó Ernesto Zedillo-. Hacia 2003, regresó a la capital del país y resurgió políticamente como diputado federal. Desde 2006 fue electo Senador -y es un interlocutor prioritario del calderonismo con el PRI-. El ex dirigente de la CNOP sabe que el centralismo político es una realidad innegable, y paso obligado en el camino que conduce a Los Pinos.
Enrique Peña Nieto, ex gobernador del Estado de México, entendió desde el lejano 2005 -al inicio de su mandato- que la política de alto nivel se hace y conduce en el centro del país. Peña Nieto despachaba desde la representación del Estado de México en el Distrito Federal. Capitalizó la difusión de su gobierno en la capital del país, que lo amagó con una severa sanción electoral por actos anticipados de campaña. Sus operadores políticos se ubican en el CEN del PRI y en San Lázaro, donde se decidirá al candidato presidencial priísta del año entrante, muy por encima de las encuestas.
En síntesis, el centralismo existente del país nos demuestra tres cosas. La primera de ellas, que el federalismo resulta una falsedad, un discurso simplista usado a conveniencia cuando de identidades o cuestiones presupuestales se trata. Lo cierto es que los tres partidos políticos, sin distingo, propician una exclusión hacia las entidades y sus necesidades. Impera la política de la marginación, del elitismo y la discriminación a lo distinto.
En segundo lugar, el centralismo también nos muestra una aguda nostalgia por el presidencialismo, por rendir tributo a quien gobierna desde el ombligo de la República. Y reconoce en una política de autoexclusión, que quien gobierna en el Distrito Federal hace una política no sólo distinta a la que se desarrolla en las entidades, sino superior.
Y finalmente, que el subdesarollo que nos aqueja en gran parte del país, es porque lo que se vuelve prioritario -como ha ocurrido históricamente- es el desarrollo urbano de la ciudad donde vive el Presidente de México, y donde habita la clase política y económica que toma las grandes decisiones del país. El resto de la nación se vuelve secundario.
La tenebra
Pensar que la cadena perpetúa inhibirá la incidencia delictiva resulta demagógico. Lo que se necesita es abatir la impunidad, y evitar el protagonismo dadivoso de andar regalando relojes lujosos con dinero ajeno. Se vuelve urgente cambiar la política de investigación al delito y capacitar al personal que hace las indagatorias ministeriales. En 1999 se contaba con poco más de 9 mil reos, y en 2005 la cifra rebasaba los 19 mil 500. En pleno 2011, la cifra se ubica en 18 mil internos. ¿Por qué la cifra del último sexenio tuvo una variación a la baja?