Francisco Ledesma / La herencia de Atlacomulco
En marzo de 1942, con el ascenso de Isidro Fabela como gobernador del Estado de México se identifica el origen del Grupo Atlacomulco, entendido como la derivación de la “familia revolucionaria”. Para autores como Rogelio Hernández, se trata de una élite local influyente, quienes encontraron la fórmula para sucederse en el gobierno sin arriesgar la unidad y el desarrollo de programas administrativos. Lo que prevalece, en el tiempo, es la clase gobernante.
Fabela dio de manera indirecta nombre al grupo, al rodearse de personajes nacidos en Atlacomulco para encabezar su mandato; así como para heredar su gobierno en Alfredo Del Mazo Vélez y Salvador Sánchez Colín. Su ascendencia política se mantendrá activa en la estructura del poder, desde 1942 y hasta 1957.
A lo largo de ochenta años, figuras como Gustavo Baz o Juan Fernández Albarrán alcanzaron la cúspide del poder político sin tener la aprobación del patriarca; aunque en algunos casos, recibieron la unción del poder presidencial que decidía sobre la vida interna de la política local de los 31 estados del país.
Carlos Hank se convertirá en gobernador del estado, de 1969 a 1975. A partir de sus lazos políticos, tuvo la destreza para heredar su encargo a Jorge Jiménez Cantú. En ambos sexenios vendrá la construcción de un grupo político sólido con Juan Monroy, Lira Mora, José Merino Mañón, Ignacio Pichardo, Humberto Benítez, González Isunza, Arturo Montiel, Santiago Velasco, entre otros.
En 1981, Hank era regente del Distrito Federal, y a pesar de su ascendencia política, debió soportar la imposición de la candidatura de Alfredo Del Mazo González, a quien se le atribuye haber roto esquemas tradicionales y el desplazamiento de gran parte de la clase política durante su sexenio.
Con la elección de Mario Ramón Beteta, rescata a funcionarios de gobiernos anteriores, particularmente de Hank y Jiménez Cantú, en la medida que desconocía a los grupos locales, e intentó legitimar su repentina gubernatura mediante la aceptación de los exgobernadores de mayor influencia política. La injerencia hankista quedará de manifiesto con el interinato de Pichardo.
En la época reciente, las decisiones centralistas posibilitaron la candidatura de Emilio Chuayffet; quien a dos años de haber ganado las elecciones es nombrado secretario de Gobernación; y deja su despacho en manos de su colaborador consentido, César Camacho Quiroz.
En el último respiro político de Hank, se define la candidatura de Arturo Montiel -también originario de Atlacomulco-; quien es el primero en concluir su sexenio desde la década de los ochentas. Con la muerte del profesor de Tianguistenco y la pérdida de la elección presidencial, Montiel -rompe con la dirigencia nacional de Roberto Madrazo- e incide en la definición del candidato priísta por la gubernatura a favor de otro atlacomulquense, Enrique Peña-. En el camino se queda el heredero del clan, el empresario, Carlos Hank Rhon.
Seis años más tarde Montiel mueve sus piezas lo suficiente para impulsar la nominación de Eruviel Ávila, a pesar de sus orígenes en el populoso Ecatepec; y da paso a un nuevo clivaje, que a la fecha, tiene consecuencias irremediables. El grupo montielista prevalece con amplias parcelas de poder público.
Al final de su sexenio presidencial, Enrique Peña se decanta a favor de su primo Alfredo Del Mazo Maza, quien al igual que su abuelo y su padre, se convertirá en gobernador del Estado de México. Enfrentará una coyuntura inédita impregnada por la dominancia de Morena, y la extinción del priísmo en todo el país.
Con exgobernadores que ya no influyen, como Chuayffet y Montiel; los resquicios del priísmo mexiquense se disputan el futuro entre Eruviel y Del Mazo. Desde el exilio, Peña mantiene a sus alfiles activos, pero divididos entre ambos grupos internos que generó la definición de las dos más recientes gubernaturas.
En esa fractura, se advierte la ascendencia política del exmandatario, César Camacho, quien ha logrado incrustar a su grupo desde la gubernatura peñista, bajo el argumento de una supuesta experiencia profesional, incapaz de ganar elecciones y que tiene como mayor habilidad, la prevalencia de privilegios de consultorías, empresas privadas y colegios públicos desde el presupuesto.
El futuro de Alejandra del Moral es incierto; ya sea porque busca convencer a los grupos políticos de pertenecer a su estirpe: porque Eruviel le dio un encargo en el gabinete, o bien, porque Del Mazo, la arropó como dirigente priísta; o también, porque sufrió una derrota en común con César Camacho.
Sin importar el resultado del 4 de junio, los eruvielistas y delmacistas entrarán en disputa tras la victoria, o una eventual derrota, en búsqueda de erigirse en la nueva guía del Grupo Atlacomulco, herederos de Fabela, Hank y Montiel.
La tenebra
El periodismo no puede sentirse orgulloso cuando es reconocido por el poder político.
