Juan Carlos Núñez Armas*
Partamos de un hecho, las/os ciudadanas/os se sienten desvinculadas/os de sus representantes populares. Las/os analistas, para conocer esta situación, que es consecuencia del malestar de las/os primeras/os ante los resultados de la democracia, realizan sesudos estudios. Gracias a estos ejercicios sabemos que, en general, la gente está insatisfecha con los partidos políticos porque sus gobiernos no han implementado soluciones susceptibles de mejorar la situación económica o disminuir la inseguridad. También sabemos, sin duda, que la opinión generalizada es que las/os políticas/os no saben estar a la altura de las expectativas que generan.
La psicología política es el estudio científico de los factores psicológicos en los procesos que forman parte de la política y se ha hecho toda una profesión. Unas/os viven de la política y otras/os viven para la política. Lo cierto es que esta rama del conocimiento explica el escepticismo ciudadano por la política, a partir del análisis de un aspecto de la personalidad de cada política/o, nada menos que el narcisismo político.
Recordemos que Narciso, según la mitología griega, era un personaje con la manía de cuidar demasiado su adorno y compostura, se consideraba hermoso, estaba enamorado de sí mismo, necesitaba mirarse continuamente para saber quién era. Actualmente, esa figura se aplica para analizar las personalidades de quienes suelen estar preocupados por si son o no apropiados para determinada actividad, como el ejercicio del poder, que cuidan su prestigio y muestran gran vanidad, megalomanía y egocentrismo severo. Pero hay algo aún peor, según expone la profesora de ciencia política Leticia Delgado Godoy, que es la patología narcisista. En esta patología se ocultan sentimientos de inferioridad o de no ser amado. Así que son personas que tienen una fuerte necesidad de admiración por parte de otras/os, pero carecen de empatía con ellas/os.
Para la Asociación Estadounidense de Psiquiatras, y según su catálogo de trastornos mentales DSM-IV TR, las/os narcisistas políticos pueden tener 5 o más síntomas de los siguientes: “Idea grandiosa de su importancia, fantasía de éxito ilimitado, poder, brillantez, belleza o amor ideal, creen que son especiales, necesitan admiración en exceso, merecedores de todo, explotan interpersonalmente contra los demás, carecen de empatía, envidian a otras/os, exhiben actitudes y comportamientos arrogantes y altaneros”.
Líderes políticos narcisistas se contemplan a sí mismos y despliegan conductas teatrales. Ejemplos claros han sido Winston Churchill y Juan Domingo Perón. En la época que vivimos la política atrae a los narcisistas, y el poder tiende a corromperlos y el narcisismo se expande mimetizándose en sus seguidoras/es políticas/os. Estoy seguro que usted identifica estos síntomas en algún político.
Para el consultor Gutiérrez Rubí hemos pasado del nosotros al yo, de lo colectivo a lo individual, nos estamos convirtiendo en una sociedad narcisista que da origen al éxito de populismos como el de Silvio Berlusconi, Beppe Grillo, Donald Trump, Boris Johnson, Viktor Orbán, Jair Bolsonaro, por mencionar a los primeros que vienen a mi mente. Nuestras sociedades se ven sometidas a un doble programa ideológico. Por un lado, la izquierda y el individualismo cultural y por el otro, la derecha y el individualismo económico. A fin de cuentas, individualismo rampante, que está destruyendo comunidades y a nosotras/os mismas/os.
El narcisismo político es un problema y un peligro para la democracia liberal porque impulsa un individualismo hipertrofiado, que diluye la empatía justamente con quienes menos tienen, sean bienes o conocimientos, crea desconfianza en las instituciones, justamente las que son pilares y sustento de nuestra vida democrática.
Hoy necesitamos analizar la conducta de las/os políticas/os que nos dirigen, fortalecer nuestro vínculo con ellas/os para que se articulen las demandas ciudadanas de mejor manera. Que se defienda el bien común, que recuperemos nuestra confianza a través de hechos y no solamente buenas intenciones de quienes aspiran al poder. Con estos elementos en mente, debemos analizar si son o no competentes para el cargo al que aspiran y cómo anda su integridad como seres humanos.
Hoy estamos ávidos de líderes y lideresas humanistas, que interpreten y guíen el interés general y auténtico, en la democracia liberal en la que queremos vivir. No necesitamos políticas/os con ambiciones desmedidas, quienes al llegar al poder causen más males que los que pretendían resolver. Este momento de la historia que compartimos es preciso para construir esos liderazgos humanistas que vean a sus semejantes como iguales y tengan empatía con sus necesidades. Que siempre tengan los pies en la tierra y sepan que como seres humanos tiene defectos y virtudes. Que sean capaces de mover las conciencias para tener una sociedad más igualitaria y más libre.
*El autor es Maestro en Administración Pública y Política Pública por ITESM. Y Máster en Comunicación y Marketing Político por la UNIR.
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